También la actitud mental, después de la muerte, influencia su estancia allá, puesto que, por la comprensión de su situación y fijando su atención en asuntos espirituales, podrá facilitar la desintegración astral y acortar su permanencia en los niveles inferiores.
En el caso de una persona por completo espiritualizada, que hubiere purificado su cuerpo astral con los constituyentes extraídos de los más finos grados de cada división de materia astral, la condición de etapa crítica mencionada arriba podrá obtenerse respecto a todas la subdivisiones de materia astral, y el resultado sería un pase prácticamente instantáneo a través de aquel plano, de tal suerte que recobraría su conciencia primeramente en el mundo celestial. Un hombre menos desarrollado, pero moderado y puro, pasará a través de aquel plano menos rápidamente, si bien en un plácido ensueño, inconsciente de sus alrededores hasta que, habiendo desechado una tras otra sus envolturas astrales, despierta en el mudo celestial.
El hombre ordinario, al encontrarse en la sexta sección vagando todavía en torno a lugares y personas con las cuales estuvo en más íntimo contacto en la tierra, encuentra/a medida que pasa el tiempo, que los contornos terrestres se esfuman gradualmente y van siendo de menor importancia para él, y por lo mismo tiende más y más a modelar su medio circundante de acuerdo con el más persistente de sus pensamientos. Cuando llega al tercer nivel, encuentra que esta característica ha reemplazado por completo la visión de las realidades del mundo astral. Cuando se han consumido todas las bajas emociones y deseos, así como los pensamientos de carácter egoísta, y el Ego en su firme proceso de concentración ha pasado allende aún de la más fina clase de materia astral, adviene un tiempo en que el cuerpo astral, no enteramente desintegrado aun, es finalmente sacudido a la hora de la muerte astral y el alma (exceptúando el caso de un hombre inusitadamente malvado que no tenga ni gota de amor o de bondad para nadie, o que se haya degradado hasta un pecado y una bestialidad irredimible), el alma tiene una especie de período gestatorio y se sumerge en un ensueño breve y apacible, una «Inconsciencia Predevachánica», para ser despertada por el sentimiento de una intensa bienaventuranza en aquella parte del mundo celestial a la cual pertenezca por su temperamento. No hay necesariamente movimiento alguno en el espacio, sino que la conciencia humana se encuentra ahora enfocada en el mundo mental inferior, en donde se encuentran también las de aquellos animales que antes de su muerte, se «individualizan» y alcanzan la estatura del alma humana.