Capítulo 3 – La constitución del hombre

Según la enseñanza Teosófica, el hombre es en esencia una Monada, un fragmento de la Divinidad, un destello de Dios, una Chispa del Fuego Divino que reside perennemente en el plano Monádico o Anupadaka de la Naturaleza . Es él una individualidad, un hijo que va a crecer, a evolucionar hasta la semejanza de su Divino Padre. Siendo esta Monada un fragmento de lo Divino, contiene en si misma, en potencia, toda perfección, toda bondad. En tal estado, y aunque sea divina, aparece incapaz de ejercer sus energías en Planos inferiores, y no posee el poder de dominar detalles físicos o de actuar en la materia física de un manera definida o precisa. Lo que tiene que hacer en el transcurso de la evolución por la cual deba pasar es desarrollar todos sus poderes latentes.

Para los propósitos de la evolución humana, el verdadero Ser, la Monada, se manifiesta a sí misma en los mundos inferiores, se envuelve a sí misma en una y otra vestidura cada cual hecha de una materia perteneciente a una definida región de Universo, y así se capacita el Ser para ponerse en contacto con cada región y adquirir, por consiguiente, el conocimiento de ella

En la actual etapa del humano desarrollo, la evolución humana tiene lugar tan solo en cinco de los siete Planos de la Naturaleza.

Cuando la Monada desciende de su Plano y entra en el mundo espiritual se muestra en tres aspectos, de los cuales el primero, que permanece siempre en aquel mundo, se denomina Atma, ó el Espíritu en el hombre. Al segundo, que se manifiesta en el Plano intuicional, ó Búddhico, se le designa como Buddhi o la intuición en el hombre, en tanto que el tercero, que se muestra en el Plano Mental Superior, es llamado Manas, la inteligencia en el hombre.

Esta triple manifestación de la Monada en tres niveles como Atma, Buddhi, Manas ó Espíritu, Intuición, Intelecto, se llama el Ego ó la individualidad. Este Ego es el hombre durante la etapa de evolución humana en el mundo de manifestación ó en el quíntuple Universo, y se le describe como una semilla, un germen de la Vida Divina conteniendo las potencialidades de su propio Padre Celestial, su Monada, que debe transmutar en poderes en el curso de la evolución; de hecho este seria el equivalente más aproximado al concepto ordinario del Alma.

El Ego toma sobre sí un vehículo llamado el cuerpo Causal, constituido de materia del Plano Mental Superior, y así el hombre tal como lo conocemos, aunque sea en realidad una Monada residiendo en el mundo Monádico, se muestra como un Ego en el mundo Mental Superior mediante un vehículo llamado cuerpo Causal, formado de los tres subplanos más sutiles del. Mundo Mental.

Ahora bien, el Ego, antes de descender al mundo físico debe pasar a través de los mundos mental inferior y astral, y al hacerlo así, incluye a en derredor de sí mismo velos de la materia de estos planos que más tarde transforma en sus cuerpos mental y astral, solamente después de haber asumido estos vehículos intermediarios puede tener contacto con el feto y nacer en el mundo físico para vivir una vida física, y trabajar allí por obtener el conocimiento de ella.

Al final de su vida, cuando el cuerpo físico está ya gastado, el Ego invierte el proceso de descendimiento, deshecha primeramente su cuerpo físico y centraliza su vida en el cuerpo astral, en el mundo astral; después deshecha aquel vehículo y permanece en el cuerpo mental, dentro del mundo mental por largo tiempo, y cuando éste es abandonando, a su turno, el Ego se encuentra de nuevo en su propio mundo.

Trascurrido cierto tiempo repite de nuevo el proceso de descenso hacia la materia densa, tomando un vez más nuevos cuerpos, mental, astral y físico

El Ego crece, más por otra parte vive sin alteraciones hasta que alcanza su meta: el sumergirse en la Divinidad. No le afectan nacimientos ni muertes, como reside en un cuerpo Causal permanente de una a otra vida, retiene la memoria de las experiencias de todas sus personalidades, la que comúnmente llamamos vida, es apenas un día de su vida real, y el cuerpo físico que nace y muere, es apenas una vestidura que accidentalmente usa para impulsar su evolución.

Esta pues es la constitución real del hombre, es él una Monada , un destello de lo Divino, y el Ego es una expresión parcial de aquella Monada , alojado en el cuerpo Causal que le sirve para poder entrar en la evolución y regresar a la Monada con cualidades desarrolladas y conocimiento adquirido mediante experiencias.

Cuando torna de nuevo, proyecta hacia la tierra una parte de sí mismo llamada una personalidad, que nuevamente usa tres cuerpos, el mental, el astral y el físico.

Por consiguiente: cuando pensamos y decimos que conocemos a un hombre aquí, en el plano físico, sería un poco más de acuerdo con la verdad decir que conocemos la milésima parte de él. El Ego es una parte de la Monada, algo así como la proporción que existe entre una oreja y todo el cuerpo, y siendo la personalidad a su vez una parte del Ego, lo que normalmente creemos que es el hombre, apenas es un fragmento de un fragmento del hombre real.

Y así aquella parte de la individualidad ó del Ego, llamado también el Yo superior, que se manifiesta en una reencarnación en un tiempo dado en una raza particular, ya fuere como hombre ó mujer, es la personalidad ó el ser inferior.

La relación entre la individualidad y la personalidad ha sido expresada mediante muchos símbolos, uno de los cuales es aquel de una sarta de perlas, donde el hilo representa la individualidad, y las perlas, cada una de las distintas personalidades en sucesiva encarnación. Sin embargo la individualidad usa tan solo una personalidad para el propósito del trabajo que efectuará en una encarnación; y tal personalidad al nuevo nacimiento toma un nuevo cuerpo mental, astral y físico.

Cada uno de estos cuerpos, además, tiene su propia vida y conciencia enteramente distintas de la vida y conciencia de la personalidad que usa los cuerpos. Esta conciencia corporal del cuerpo mental se conoce bajo el nombre de elemental mental, la del cuerpo astral como elemental deseo, y la del cuerpo físico bajo el nombre de elemental físico.

La materia de los cuerpos mental y astral no es materia muerta, de hecho no existe la materia muerta en parte alguna que sepamos, puesto que toda materia ha sido vivificada por el primer influjo proveniente del tercer aspecto del Logos, en tanto que a todas las formas se les da alma, y se la vivifica luego por el Segundo Influjo que generalmente es llamado esencia Elemental, y que a menudo se describe como esencia monádica, especialmente cuando se halla animando la materia atómica de cada plano en su curso descendente.

La conciencia corporal de los cuerpos mental y astral, llamada respectivamente el elemental mental y astral, es la vida de la materia mental y astral en sus respectivos vehículos. En la vida celular que los compenetra, nada hay todavía de inteligencia, si no solamente un fuerte instinto haciendo presión constante en dirección de lo que es ventajoso para su desarrollo.

Lo que la esencia elemental requiere para su desarrollo es vibración, por que crece, tal como en mucho más alto nivel lo hacemos nosotros, aprendiendo a responder a impactos del exterior.

La esencia viviente en la materia del cuerpo mental está siempre en busca de variedades en la vibración, y tiene la mayor rebeldía posible a dejarse sujetar durante largo tiempo a un tipo definido de aquella, tal es el caso que todos encontramos en nuestros esfuerzos por concentrarnos, cuando algo dentro de nosotros parece impeler constantemente a nuestro pensamiento a vagar, y resistir vigorosamente todo esfuerzo que hacemos por mantenerlo fijo en una línea determinada.

La vida que anima la materia de la que están construidos los cuerpos mental y astral se encuentra en el arco descendente de la evolución, caminando hacia abajo ó hacia fuera en la materia, de tal suerte que para ella progreso significa mayor materialidad, esto es, descender a más densas formas de materia, y aprender a expresarse a trabes de ellas.

Para el hombre desarrollo es precisamente lo contrario, él ya se ha hundido profundamente en la materia y se encuentra ahora saliendo de ella en dirección a su origen, elevándose de lo material hacia lo espiritual, y reaccionando tan solo a las más delicadas vibraciones de altas y nobles aspiraciones. De consiguiente: existe un perpetuo conflicto de intereses entre el hombre interno y la vida que habita la materia de sus vehículos, puesto que ésta tiende hacia abajo mientras él aspira hacia lo alto.

El elemental astral, esto es, la vida que anima las moléculas de materia en el cuerpo astral, llamado así mismo elemental deseo, requiere para su evolución todo género de vibración pasional de tan diferentes clases como sea posible, y tan fuertes y groseras como se encuentren; su evolución, como la del elemental mental, se efectúa mediante vibraciones, y vibración en el plano astral es siempre el resultado de alguna pasión ó emoción de todo género. El próximo paso en su evolución será animar la materia física y acostumbrarse a usarla para oscilaciones aún más lentas, y como un adelanto de tal camino desea las más rudas y extremas de las vibraciones astrales No puede decirse que posea inteligencia alguna puesto que ni siquiera llega aún al nivel del mineral, sin embargo tiene una capacidad extraordinaria para adaptarse a las circunstancias ambientes y extraer de ellas lo que necesita; y esto, seguramente parecerá muchas veces como una inteligencia parcial ó instinto muy agudo.

La vida en la masa de moléculas en el cuerpo astral tiene, aunque vago, un sentido de sí misma como de un todo, como una clase de entidad temporal, no sabe que es parte del cuerpo astral de un hombre, es completamente incapaz de comprender lo que es un hombre, pero con su curioso instinto, se da cuenta a ciegas de que bajo sus actuales condiciones recibe muchas más oleadas de vibración, y estas mucho más fuertes que las que podría recibir flotando suelta en la atmósfera, en el mar general de esencia astral, allí le llegarían en ocasiones tan solo como desde larga distancia, la radiación de las pasiones y emociones del hombre, pero ahí se halla en el propio corazón de ellas, no puede perder una sola y las recibe en su más alto grado; por tanto se siente en una buena posición, y se esfuerza por mantenerse en condiciones tan ventajosas.

Las partículas del cuerpo astral están siendo continuamente cambiadas y desechadas, justamente como sucede con las partículas del cuerpo físico. No obstante, la sensación de individualidad es comunicada a las nuevas partículas a medida que entran, y la esencia que se halla incluida dentro del cuerpo astral de cada hombre, sin duda, se considera a sí misma como una especie de entidad, y por consiguiente actuará en beneficio de lo que estima sus intereses.

Estos intereses, como antes se dijo, son por regla general diametralmente opuestos a los del alma, de aquí surge una perpetua contienda entre ambos, es decir, entre el elemental deseo y el alma, ó como San Pablo la define: la ley en los miembros peleando contra la ley en la mente. Pero va más lejos aún, la entidad encuentra cierta clase de materia más fina formando parte de ella misma, la materia del cuerpo mental del hombre, y llega a la conclusión de que si consigue envolver aquello más fino dentro de sus propias ondulaciones, estas serán intensificadas y prolongadas en gran manera, puesto que la materia astral es el vehículo del deseo y la materia mental el vehículo del pensamiento. Este instinto si lo traducimos a nuestro lenguaje significa que si el cuerpo astral puede inducirnos a pensar que nosotros necesitamos lo que el quiere, es más probable que lo consiga, y así ejercita una lenta pero firme presión sobre el hombre, cierta especie de hambre de parte de ella, pero para este una tentación por aquello que sea bajo y no deseable.

Si acaso un hombre es pasional hay una presión suave pero incesante hacia la irascibilidad. Si acaso fuere sensual habrá una presión igualmente firme hacia la impureza. Tal presión, que no es el acicate de su propia naturaleza, ni la tentación puesta por algún diablo imaginario, es natural, no para el hombre si no para el vehículo que está usando; tal deseo es natural y recto para este pero dañoso para el hombre, de aquí la necesidad que hay de resistirlo, pues debería ser muy humillante para el hombre dejarse vencer ó permitir que se le use como instrumento por algo que ni siquiera es mineral aún. Pero si él resiste, si rehúsa ceder a los sentimientos ó pasiones que se le sugieren, si se niega a satisfacer sus bajos deseos, gradualmente cambia la esencia elemental dentro de sí y construye una entidad enteramente distinta, una diferente criatura, porque las toscas partícula que dentro de él necesitaban aquellas vibraciones groseras desfallecen por falta de alimento y por fin se atrofian y se retiran de su cuerpo astral, siendo reemplazadas por otras partículas más elevadas y finas cuyo tipo vibratorio natural esté en más estrecha relación con lo que habitualmente permite el hombre dentro de su cuerpo astral.

Esto nos explica aquello que se llama las insinuaciones de nuestra naturaleza inferior durante la vida, si el hombre accede a ellas, tales tentaciones aumentan más y más de fuerza hasta que él se siente impotente para resistirlas y se identifica con ellas que es cabalmente lo que necesita esta curiosa semivida en las partículas del cuerpo astral.

Pero si el hombre controla sus deseos y vive la vida Teosófica terminará su actual encarnación con un tipo mucho mejor de elemental deseo que el que trajo a su nacimiento, y por consiguiente, principiará su nueva encarnación usando una clase más refinada de aquella esencia elemental.

El elemental físico, sus funciones y naturaleza.

El elemental físico o conciencia corporal del cuerpo físico, es la esencia de las oleadas de vida mineral, vegetal y animal que integran el cuerpo físico. Este cuerpo está construido con células siendo cada una de ellas una pequeña vida separada animada por el Segundo Influjo de los tres mencionados en el Capítulo VIII y que procede del Segundo Aspecto de la Deidad.

Todas las células combinadas dentro del cuerpo, sirven como vehículo de una forma de conciencia más elevada que cualquiera de las que ellas conocen en sus vidas separadas. Esta conciencia, limitada como está, basta para los propósitos de la vida y funciones del cuerpo físico. Esta conciencia corporal física, el Elemental Físico, es la que atrae la atención del individuo cuando hay necesidad de ello, es decir, la que demanda descanso cuando el cuerpo físico está fatigado, o la que urge por alimento o bebida cuando el cuerpo necesita de estas cosas. El cuerpo0 con su elemental físico es también suficientemente apto, debido a prolongados hábitos ancestrales de herencia, para protegerse a si mismo cuando le atacan gérmenes de enfermedades, poniendo en pie de guerra a su ejército de fagotitos para matarlos y cuando sufre escoriaciones cortaduras o heridas, acumula legiones de glóbulos blancos donde proceda para tratar de construir nuevas células. Cuando el cuerpo físico está dormido y su ocupante ausente con su cuerpo astral en este mundo. el elemental físico es el que recoge la ropa de cama para protegerse del frío y el que lo mueve para adoptar una nueva postura.

Muchas de estas manifestaciones del elemental físico son bastante naturales y no requieren intervención por parte del ocupante del cuerpo físico, pero en ocasiones esa intervención es necesaria, como cuando se trata de realizar u trabajo peligroso y el elemental, temiendo por su vida, trata de rehuirlo, viéndose obligado a mantenerse en la acción por la voluntad del, hombre, o bien, cuando se trata de cumplir con el deber y el cuerpo de encuentra cansado y se resiste a ello, debiendo ser forzado al trabajo.

Un Maestro de Sabiduría dijo: “Pero el cuerpo y el hombre son dos cosas distintas y lo que el hombre quiere no es siempre lo que el cuerpo desea. Cuando tu cuerpo desee algo detente a pensar si tú realmente lo deseas”.El cuerpo físico tiene la tendencia a la inacción, a Tamas, y el hombre que comienza a saber es consciente de que ha de imponerse a la tendencia natural del cuerpo físico y realizar la acción que él sabe que ha de hacerse. Esto se va consiguiendo poco a poco según se obtiene el dominio sobre el cuerpo físico, y por tanto, sobre el elemental.

En los niños el elemental físico es muy pronunciado. Cuando el niño grita o se retuerce, es el elemental y no el alma del niño el que da expresión a sus objeciones, las cuales, aunque muy razonables para él, no nos parecen a menudo que lo sean.

Los cuerpos del hombre

El ser humano es una entidad que para su desarrollo evolutivo total interno, vive en distintos mundos o planos que también podemos denominar distintos estados de materia de densidad o grado vibratorio desigual. Ello le capacita para poder experimentar en distintos medios o escenarios vibratorios diferentes y así poder obtener, lentamente, el desarrollo espiritual interno que le lleve cada vez a cotas más elevadas de manifestación y de posibilidades más trascendentes. En mayor o en menor escala, según sea su estado evolutivo, todos los seres humanos usamos estos cuerpos cuando nos encontramos en el medio, grado vibratorio o plano, correspondiente.
Lo normal es que una persona sea consciente en uno de los planos cuando emplea el cuerpo correspondiente a ese plano en particular. No recordamos lo que hacemos en otros cuerpos, y por lo tanto planos, porque nuestra conciencia no está lo suficientemente expandida o ampliada como para ser consciente en más de un plano o cuerpo, cosa que se consigue, pausadamente, según la persona avanza en su desarrollo interno.

De menor a mayor densidad de la materia que los constituye, se enumeran los siguientes cuerpos:

CUERPO CAUSAL: Se le llama el cuerpo de Manas, es el vehículo permanente del Ego en el mundo mental superior y consta de las tres primeras subdivisiones de dicho mundo. Todo lo que a él llega, subsiste. Es como una especie de almacén en el que se guardan las experiencias favorables adquiridas durante la vida en los tres planos físico, astral y mental inferior. Se le llama causal porque en él residen todas las causas que se manifiestan como efectos en los planos inferiores, porque en él radica la causa de nuestro progreso, rápido o lento, puesto que, del tesoro almacenado en este cuerpo, es del que extraemos las cualidades de carácter y capacidad cada vez que tomamos un nuevo nacimiento sobre la Tierra.
Lo que realmente es el ser humano es una forma humana asexuada, ni de hombre ni de mujer, lo que es accesorio, que se parece a un ángel tradicional. Este cuerpo está rodeado por un ovoide de materia luminosa ígnea, y sin embargo, delicado. A esta forma se le llama el Augoeides. Es el hábitat permanente del alma, el cuerpo causal. En tal cuerpo mora el alma. inmortal y eterna.
Visto clarividentemente, este cuerpo aparece como un ovoide que circunda al cuerpo físico extendiéndose a una distancia de unos ochenta o noventa centímetros.

Según crece el ser humano internamente y se desarrolla espiritualmente, aumenta el tamaño del cuerpo causal y las tonalidades que lo colorean van siendo cada vez más suaves y delicadas. En el ser poco desarrollado la parte más ancha del ovoide se encuentra en la parte inferior, mientras que en más evolucionado, esa parte está en la parte superior.

CUERPO BUDDHICO: Es el vehículo formado por la agrupación de materia del plano búddhico en virtud de las vibraciones del Yo Superior. Es llamado muy apropiadamente “Cuerpo de Bienaventuranza”.

EL CUERPO MENTAL: El cuerpo mental está compuesto de materia del plano o mundo mental inferior, es decir, de los cuatro subplanos inferiores del plano mental. Expresa los pensamientos concretos del ser humano, reaccionando, por sus vibraciones, a los cambios de pensamiento en él. Es el vehículo del Ego, el Pensador, para ejercitar su raciocinio, para su manifestación como intelecto, y varía grandemente de unas a otras personas. Es ovalado en su contorno, e interpenetra los cuerpos astral y físico rodeándolos de radiante atmósfera a medida que se desarrolla.

El tamaño y forma de este cuerpo dependen de los del cuerpo causal. Literalmente, el cuerpo mental crece de tamaño a medida que el ser humano avanza en su evolución. En una persona no evolucionada es difícil distinguirlo, pero en una más avanzada, aunque no sea un ser espiritual sino que tan sólo tiene desarrolladas las facultades mentales, se ve este cuerpo como un vehículo de actividad claramente desarrollado y organizado de contornos precisos y pleno de vigor.

Los colores en este cuerpo y en el astral tienen igual significado que en los del causal, pero a medida que nos aproximamos a la materia física, las estrías son comparativamente más anchas, menos delicadas y menos vívidas, hallando al propio tiempo, algunos colores adicionales en los cuerpos bajos. El pensamiento de orgullo se ve como anaranjado. La irascibilidad como escarlata brillante. La avaricia como castaño claro. El egoísmo como gris oscuro y el engaño como gris verdoso. Pero sucede que las buenas cualidades, afecto, devoción o intelecto, pueden estar teñidas de egoísmo, y entonces los colores respectivos aparecen impuros y sucios por el tono oscuro del egoísmo.

El cuerpo mental crece o se desarrolla por el pensar. Por el ejercicio de las buenas emociones, aspiraciones y esfuerzos benéficos, así como por una regular y continuada meditación. Nuestros pensamientos son el material que introducimos en el cuerpo mental, y lo construimos, día a día, literalmente por el uso de las facultades artísticas y de las más elevadas emociones. Los buenos pensamientos producen vibraciones en la materia más delicada de este cuerpo, la cual, por su gravedad específica, tiende a flotar en la parte superior del ovoide, mientras que los malos pensamientos, como el egoísmo o la avaricia. Son oscilaciones de la materia más burda que gravita hacia la parte inferior del ovoide.

EL CUERPO ASTRAL. Está compuesto de materia de los siete subplanos del mundo o plano astral. Es el cuerpo de la conciencia de los deseos del ser humano, el asiento de todos los deseos animales, el centro de los sentidos donde todas las impresiones sensoriales llegan a sensaciones. Es el vehículo de la pasión y de la emoción inferior en el ser humano. Su tamaño y forma son como los de los cuerpos superiores ya tratados, es decir, el mental y el causal. Cada uno de nosotros trabaja constantemente a través del cuerpo astral, pero muy pocos trabajan en él separado del físico.

       En una persona poco adelantada, este cuerpo presenta una apariencia muy rudimentaria con contornos imprecisos y muy turbios, rudo y mal configurado, semejante a una nube revuelta de colores desagradables. Separado del cuerpo físico, como durante el sueño, no es más que una nebulosa sin forma incapaz de actuar como vehículo independiente, pero en un ser de cultura intelectual y con crecimiento espiritual, muestra los colores de su forma por lo bien definido de su contorno, la luminosidad de sus materiales y la perfección de su organización.

       Los colores del cuerpo astral tienen el mismo significado que los de los cuerpos más sutiles o elevados pero brillan a varias octavas de color más inferiores que las de dichos cuerpos, además, el cuerpo astral tiene algunos colores adicionales que le son propios que expresan sentimientos menos deseables en el ser humano, sentimientos que no pueden mostrarse en los cuerpos superiores. Así, el negro es el color del odio y la malicia, el gris oscuro y espeso significa depresión, mientras que el gris pálido y lívido indica temor. La sensualidad se refleja por el color rojo ladrillo sucio, las manchas escarlatas representan la ira, los celos se reflejan por el color verde pardo, la cólera está representada por llamaradas de escarlata claro. Cuando el cuerpo astral está dominado por la influencia de algún sentimiento en particular, por ejemplo, la devoción, el cuerpo se inunda de color azul, todo el cuerpo está dominado por ese color hasta que con el tiempo adquiere su coloración normal.

       Todo lo relacionado con el cuerpo físico queda expuesto en el capítulo siguiente.