Capítulo 8.2 – Clasificación de las formas de pensamiento

Todas las formas de pensamiento pueden dividirse en tres grupos:

1.- Aquellas que asumen la imagen del pensador. Cuando un hombre piensa de sí mismo como si se encontrase en algún lugar distante, o cuando desea ardientemente estar en aquel lugar, crea una forma de pensamiento de su propia imagen que aparece allí, y a la cual, siendo algunas veces vista por otros, se la toma por el cuerpo astral de aquel hombre.

2.- Las que adoptan la imagen de algún objeto material. Cuan-do un hombre piensa en algún amigo, en una habitación, en un paisaje, en un libro, etc., forma, dentro de su cuerpo mental, una pequeña imagen de aquel amigo o de cualquier cosa en la que hubiere pensado. Esta imagen flota en la parte superior de aquel cuerpo, generalmente enfrente de la cara del hombre y al nivel de sus ojos. Permanece allí durante el tiempo que el hombre se halla contemplan-do aquel objeto y generalmente por un poco tiempo después, antes de que se externe o muera, dependiendo la longitud del tiempo de la intensidad y claridad del pensamiento.

3.-Las que asumen una forma enteramente propia, expresando sus cualidades inherentes en la materia que acumulan alrededor de sí. Representar formas de pensamiento del primero o segundo grupos, sería tan sólo esbozar retratos, paisajes, etc., ya que en estos ti-pos tenemos la materia plástica mental o astral modelada a semejanza de las formas que pertenecen al plano físico, pero en este tercer grupo tenemos un destello de las formas propias de los planos astral o mental.

Vamos a referirnos aquí, sencillamente, al último grupo que puede ser subdividido en tres clases:

1.-Pensamientos definidamente dirigidos hacia otra persona o personas.
2.-Pensamientos no dirigidos a otros, pero conectados principalmente con el pensador, es decir, concentrados en sí.
3.-Pensamientos no dirigidos especialmente a otra persona ni centralizados en el pensador.

Las formas de pensamiento de las tres clases mencionadas de este tercer grupo, se manifiestan principalmente en el plano astral, ya que la mayor parte de ellas son expresiones de sentimiento, tanto como de pensamiento. La vibración de un pensamiento con algo de deseo personal se vuelve hacia lo inferior y atrae en tomo a sí un cuerpo de materia astral en adición a su revestimiento de materia mental; y la forma pensamiento resultante puede actuar sobre los cuerpos astrales de los hombres lo mismo que sobre sus mentes; por tanto puede no tan sólo suscitar pensamientos dentro de ellos sino también producir emociones.

a) Pensamientos dirigidos hacia otros:

Supongamos que un hombre envía un pensamiento de afecto o devoción, de envidia o de odio; tal pensamiento, lo mismo que cualquier otro, producirá una vibración radiante que afectará a todas aquellas personas que quedaren dentro de su esfera de influencia;
pero la forma pensamiento así creada tiene una intención definida, por lo cual tan pronto como se separa de los cuerpos mental y astral del pensador, va directamente hacia la persona en la cual se pensó y penetra en su aura. Es una especie de Botella de Leyden, que existe para el único propósito de descargarse y aprovecha la primera oportunidad de hacerlo así. La esencia elemental, astral y mental, forma la botella, en tanto que la energía del pensamiento corresponde a la carga de electricidad. Si el ser a quien va dirigida se halla en una condición pasiva, o pensando en algo similar a la naturaleza de la forma de pensamiento, desde luego se descargará a sí misma, provocando o intensificando, una ondulación semejante a la suya; pero si él se encontrare ocupado activamente en algún otro trabajo, la forma de pensamiento merodea alrededor de él esperando una oportunidad favorable para descargarse.
– Pero un pensamiento, bueno o malo, para cumplir su misión, deberá encontrar en el aura del sujeto a quien se envía, materiales capaces de responder simpáticamente a sus vibraciones; de otra manera para nada podrá afectar a aquella aura, sino que rebotará de ella con una fuerza proporcionada a la energía con la cual chocó sobre dicha aura. Por consiguiente, un mal pensamiento lanzado en contra de alguna persona santa, rechaza de su cuerpo y, rebotando por su propia energía, regresa a lo largo de la línea magnética de menor resistencia y se descarga sobre quien lo originó, por tener éste, dentro de sus cuerpos astral y mental, materia semejante a la de la forma-pensamiento. Y así, «las maldiciones, lo mismo que las bendiciones, vuelven a su casa para anidar».
Un pensamiento lleno de intensidad, digamos, de un deseo puro cargado de amor o benevolencia, construirá una forma de exquisita belleza, tanto en su contorno cuanto en su color; en tanto que un pensamiento de cólera, odio o venganza, o de cualquiera otra mala pasión, construirá una forma repugnante en su deformidad, que será el propio demonio del mal, lleno de ansias de dañar y destruir. El amor de una madre produce una hermosa forma de pensamiento, llena de ternura, rondando alrededor de los niños como un agente protector y defensor, buscando toda oportunidad de servir y defender, alegrándolos en sus tristezas y, como un verdadero ángel guardián, protegiéndolos en el peligro y precaviéndolos en la tentación.

b) Pensamientos concentrados en sí:

Un pensamiento dirigido hacia alguna otra persona, vuela como un proyectil hacia ella; pero, si está conectado con el pensador mismo, permanece flotando cerca de su creador, listo para reaccionar sobre él y para suscitar de nuevo en su mente el mismo pensamiento cada vez que se halle por un momento en condición de pasividad. La mayor parte de pensamientos y sentimientos de un hombre ordinario están concentrados en él mismo, por lo cual sus formas permanecen merodeando alrededor de él. Generalmente cada pensamiento definido crea una nueva forma de pensamiento; pero si se encontrare ya merodeando alrededor del pensador una forma de pensamiento de igual naturaleza, bajo ciertas circunstancias, en vez de que un nuevo pensamiento sobre el mismo asunto dé origen a una nueva forma, se incorpora a la antigua y la fortalece, de tal suerte que, por una larga repetición del pensar sobre el mismo asunto, una persona podrá a veces crear una forma-pensamiento de tremendo poder. Y así, cada hombre ha edificado para sí mismo una corteza de formas de pensamiento, verdaderas revestimientos tanto de sentimientos cuanto de pensamientos, y el hombre viaja a través del espacio rodeado siempre de una hueste de tales formas y encerrado, por así decirlo, dentro de una jaula creada por él mismo. En tanto que su mente este ocupada con otros pensamientos estas formas revolotean alrededor de él en espera de su turno; pero al momento que se agotan aquellos pensamientos, o que su mente queda desocupada o en estado pasivo, él, siendo el más cercano a tales formas, siente la reacción de ellas en la primera oportunidad y, experimentando la presión de sus malos pensamientos como si fuese una sugestión del exterior, se cree tentado por el diablo. Y así es cómo un hombre que habitualmente piense de mala fe, o codicie los bienes de otro, podrá cometer un robo en un momento de debilidad.
Por el contrario, un hombre cuyos pensamientos habituales sean de pureza, podrá, bajo la presión de sus formas de pensamiento, capacitarse para efectuar buenas obras, las cuales, estando muy por encima de su poder normal, le parecerá haberlas hecho con la ayuda de los ángeles, si bien ambos ejemplos mencionados son meramente casos de reacción natural de los respectivos sentimientos y pensamientos habituales del hombre.

c) Pensamientos no centralizados en el pensador ni dirigidos especialmente a otra persona

Una forma-pensamiento generada por ésta clase de pensamientos, ni revolotea alrededor de la persona siguiéndola hacia donde ella vaya, ni se dispara directamente lejos de él en busca de un objetivo definido, sino que simplemente permanece flotando ociosamente en la atmósfera en que fue creada irradiando vibraciones similares a las que originalmente emitió su creador. Si no toma contacto con algún otro cuerpo mental, su depósito de energía se agota gradual-mente, consumido por la radiación, y la forma se desintegra por completo; pero si aquella forma de pensamiento logra despertar vibraciones simpáticas en cualquier cuerpo mental cercano, es atraída, y generalmente absorbida, por dicho cuerpo mental. Un hombre ordinario tiene numerosos pensamientos de esta clase y los deja tras de sí como una especie de estela que marca la ruta de su creador.
Toda la atmósfera está así llena de vagos pensamientos de es-te último tipo, por lo cual, mientras caminamos a lo largo abriéndonos paso, por así decirlo, a través de estos fragmentos vagos y errabundos de los pensamientos de otras gentes, nuestras mentes, cuan-do no definitivamente ocupadas, son seriamente afectadas por ellos. La mayoría de tales formas, al pasar por una mente ociosa no despiertan ningún interés especial, si bien esporádicamente surge una que atrae la atención y entonces la mente, fijándose en ella, la alimenta por un momento o dos y la despide un poco más fuerte de lo que estaba a su llegada. Ni la cuarta parte de nuestros pensamientos son nuestros; sino que simplemente son fragmentos tomados de la atmósfera, en la mayor parte de los casos, sin valor alguno y con una tendencia general más claramente marcada hacia el mal que hacia el bien.

Cada hombre ordinario produce estas tres clases de formas de pensamiento durante toda su vida.