Capítulo 2 – Dios y el Sistema Solar

Si aludimos a un Dios extra-cósmico y antropomórfico, o si pensamos que la relación entre Dios y el universo o nuestro mundo es como aquella que existe entre el alfarero y el vaso, la Teosofía niega absolutamente tal Dios, por varias razones. En primer lugar, se le llama por sus devotos Infinito y Absoluto; ahora bien, la forma implica limitación, un principio y un fin; y si Dios es infinito, ilimitado y absoluto, ¿cómo podemos pensar de Él como limitado a una forma? En segundo lugar, si es ilimitado, debe estar en todas partes, y si está en todas partes no puede crear un universo externo, pues ¿dónde está el espacio para la creación? En tercer lugar, pensar y planear son antecedentes necesarios para una creación; y ¿cómo puede el Absoluto pensar, cuando ello implica relación con algo acerca de lo cual se piensa, algo limitado y finito? Además, un creador debe hacer algún movimiento en el espacio para crear un universo, lo cual parece imposible para el Infinito que está ya en todas partes. Por último, si Dios se halla separado de Su universo, esto es, si Dios es una cosa y el universo otra cosa aparte, como el alfarero y el jarrón, ¿de dónde trajo Dios el material para la creación, si se cree que en el principio nada había, excepto Dios? Por tanto, no podemos creer en tal Dios que en resumidas cuentas sería extra-cósmico.

Igualmente se llama a Dios todo-justicia y todo-misericordia por una parte y por la otra se le cree el dispensador de gloria y condenación, de felicidad y sufrimiento para la humanidad; pero si una persona lleva una vida dichosa desde la cuna a la tumba y otra deberá sufrir por toda su vida a ciencia y paciencia de Dios, tal Dios podrá ser solamente todo poderoso, sin ser justo, o todo justiciero, sin ser poderoso.

Asimismo, mucha gente que profesa la creencia de que Dios es todo poderoso, cree a la vez que Satanás debe ser la causa de toda miseria y dolor en el mundo. Pero si ello fuere así, implicaría que tal Dios es impotente contra Satanás y, por tanto, no todo-poderoso.

Además se llama a Dios omnisciente, esto es, conocedor del pasado, presente y futuro; y a renglón seguido se nos dice que su propio ángel se reveló contra Él y se convirtió en Satanás; cosa que sugiere que Dios no tuvo la presciencia de prever que Su propio ángel se le revelaría, por tanto no se la puede llamar omnisciente.

Más aún, se considera a Dios como infinito y omnipresente, pero no se espera encontrarlo y mirarlo excepto en el cielo. Ambas cosas parecen incompatibles; si es infinito o sin forma ni límite, ¿cómo puede estar tan sólo en el Cielo, o sentado o de pié, en cualquier lugar especial? Tal Dios parece ser, sencillamente, producto de una imaginación pueril o de un pensamiento hueco, pues filosófico y lógicamente es un absurdo.

El concepto de Dios según la Teosofía.

La Teosofía cree en la Existencia Una, en lo Uno, en Aquello que es centro de toda vida, en un Principio Omnipotente, Eterno, Ilimitado e Inmutable, acerca del cual, toda especulación es imposible; el Uno sin Segundo; la Existencia Infinita, Perdurable, Inalterable, el Eterno Hoy sin pasado, presente o futuro; el Logos Inmanifestado, fuera de espacio y tiempo, llamado en el Zoroastrianismo Zarwané-Akrané, o el Espacio Insondable; la Tres-veces-desconocida Oscuridad Inefable del sistema órfico griego, llamada por los hindúes Parabráhman, el Supremo Bráhman, el Ser Supremo, o también, Nírguna-Bráhman, Bráhman sin atributos, incondicionado, para distinguir así el estado de no-manifestación de Bráhman, el Todo, del estado de manifestación bajo el cual Bráhman es denominado Saguna-Bráhman, el que tiene atributos, el que es condicionado, el Bráhman revelado: el Supremo Ishvara con Su universo.

De Aquello todo procede, a Aquello todo retorna. Aquello incluye dentro de Si Mismo todo lo que jamás ha sido, es y puede ser.

Como una ola se levanta en el océano, así surge un universo en el Todo; como la ola desaparece luego en el océano, así el universo se sumerge de nuevo en el todo. El océano es agua y la ola una forma o manifestación del agua, así hay una existencia y el universo es una forma de manifestación de la Existencia. Verdaderamente todo esto es Bráhman. Así pues, todos los universos surgen del Todo y desaparecen en Él, nacen y mueren en Su inmensidad.

Sin embargo, el Uno Sin Segundo no es quien produjo nuestro Sistema Solar directamente. Proviniendo de la profundidad de la Existencia Una, un Logos, imponiéndose a sí mismo un límite, llega a ser el Dios manifestado; trazando la esfera límite de Su actividad, demarca el área de Su Universo.

Lo manifestado y lo no manifestado son sencillamente los dos estados de Bráhman. Este Logos manifestado no es el Segundo, sino el Uno en manifestación: el Saguna-Bráhman antes mencionado, el que tiene atributos, el Logos Cósmico, el Supremo Regente del Universo, el Uno de por sí existente, Raíz y Causa de todos los seres, también denominado algunas veces Purushottama, el Espíritu Supremo, El Ser.

Con Sí Mismo como Espíritu, este Ser revela el otro aspecto del Todo, que se llama Mulaprakriti, la Raiz de la Materia. El manifiesta una parte de Sí Mismo; Establece el universo con una porción de Sí Mismo, toda-trascendente, toda-comprendiente, el Dios manifestado, auto-limitado por la manifestación.

El se revela luego bajo triple aspecto, los tres grandes Logos de la evolución cósmica, y así, aquella Trimurti o Trinidad es el aspecto, hacia el universo, del Dios manifestado.

Asociados con la obra del Logos Cósmico, en el Universo, hay siete Personificaciones de Su naturaleza, llamados los Siete Logos Cósmicos Planetarios. Todos los astros en el firmamento, que sean centros de grandes sistemas en evolución, pertenecen a uno u otro de estos grandes Siete y son, en cierta manera, expresiones de Su vida, como Ellos, a su vez, son expresiones de la Vida Una del Logos Cósmico.

En la Existencia-Una hay innumerables universos, en cada universo incontables sistemas solares; cada sistema solar recibe energía y es controlado por un poderoso Ser, Isvhara, o Logos Solar, o Deidad Solar. Como un Astro, el Señor de un Sistema entre las miríadas de estrellas, vive, se mueve y tiene su Ser en su Astro-Paterno, uno de los Siete Grandes; con todo, El refleja directamente la Vida, Luz y Gloria del Uno-sin- Segundo. Para Su sistema El es todo lo que los hombres significan por Dios; lo impregna, no hay cosa alguna que no sea El, se halla inmanente en cada átomo del sistema, interpenetrándolo todo, sosteniéndolo todo, evolucionándolo todo.

El está en todas las cosas y todas las cosas están en Él. De Sí Mismo el Logos Solar ha traído a existencia nuestro sistema y nosotros, que en Él nos encontramos; somos fragmentos evolucionantes de Su Vida; de Él todos hemos venido, a Él todos retornaremos.

Con todo, Él existe sobre Su sistema, viviendo Su propia vida entre Sus Iguales, otros Logos Solares, Astros Hermanos de Su compañía.

“Habiendo compenetrado todo el Universo con un fragmento de Mi Mismo, Yo permanezco”.

De aquella mas alta vida de Él nada podemos saber, pero cuando Él se limita, descendiendo a condiciones tales que lleguen a nuestro alcance, Su manifestación siempre asume tres aspectos. En la evolución de cualquier sistema solar, tres de los más elevados principios del Logos del sistema, generalmente llamados los Tres Logos del sistema, corresponden y respectivamente llenan las funciones de los Tres Grandes Logos de la Evolución Cósmica. Y así, la manifestación del Logos de nuestro sistema es triple, y sin embargo, fundamentalmente una; tres Personas, persona significa máscara, pero un Dios mostrándose en dichos tres aspectos que tan sólo son facetas de Él.

Hay, por tanto, un significado muy real en la insistencia con que dice la Iglesia Cristiana: “adoramos un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la Unidad, sin confundir las tres Personas ni dividir la Sustancia”; es decir, sin confundir jamás en nuestra mente la acción y las funciones de las tres separadas Personas, o Máscaras, o Manifestaciones, cada una de Su propio plano; pero sin olvidar por un momento la Eterna Unidad de la Sustancia, Aquello que se halla tras de todo en el plano más elevado.

El aspecto de Ishvara, como creador de los mundos, es llamado Bráhman por los hindúes, y Espíritu Santo por los cristianos; Aquel aspecto bajo el cual Ishvara, preserva y mantiene los mundos, es llamado Vishnú por los hindúes y el Hijo por los cristianos; y el aspecto en el cual Él disuelve los mundos cuando ya están gastados y para nada sirven, es llamado Shiva o Mahadeva por los hindúes y el Padre por los cristianos.

Los sagrados inmortales.

En las tradiciones Hebrea y Cristiana “los Siete Espíritus ante el trono de Dios”. Las energías de estos siete, controlan y dirigen todo lo que sucede dentro del Sistema Solar. Son Ellos los Regentes de los planetas Vulcano, Venus, Tierra, Saturno, Júpiter, Urano y Neptuno. Cada uno de los siete es la Cabeza y Regente de Jerarquías de entidades creadoras que trabajan, bajo su dirección, en formar y preservar el Sistema Solar; a sus órdenes militan huestes de Devas, o Seres Resplandecientes, o Ángeles llamados en las religiones Orientales, Adityas, Vasus, Dhyan-Chohans, etc, y en la tradición Cristiana, Ángeles, Arcángeles, Tronos, etc; son en definitiva, las manifestaciones del Uno, los innumerables ministros de la Voluntad Suprema.

Presidiendo sobre nuestro mundo, hay un gran Oficial que representa a la Deidad Solar. El es el verdadero Rey de este mundo, con absoluto control de toda la evolución que tiene lugar en nuestro planeta; y bajo Él hay ministros a cargo de los diferentes departamentos.

Así pues, el Dios en quien creemos, el Supremo Señor de nuestro sistema, se manifiesta a Sí Mismo en Su sistema bajo una triple forma, una Trinidad: el Regenerador, el Preservador, el Creador; denominados en Teosofía como el Primero, el Segundo y el Tercer Logos; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo del Cristianismo; Shiva, Vishnu y Brahmá del Hindú; Kepher, Binah y Chochmah del Hebreo Cabalista; Ahura, Mazda y Ahuramazda, o sea, Vida, Sabiduría y la Existencia Una, del Zoroastriano. Está en todas partes y en cada cosa y es todas las cosas. El mundo todo es tan sólo una manifestación de Él. El está manifestado bajo incontables formas, en grados innumerables de inteligencias vivientes que proceden todas de Él, como así proceden de Él los vegetales, animales y hombres. Y así sólo hay la Vida Una, exhibida en infinitas formas; del ángel al mineral, todas son expresiones de aquella Vida; no podría existir el grano de polvo si Dios estuviera ausente de él; y el más elevado Arcángel es solamente otra expresión de Él, del Uno; por lo cual, estando Dios inmanente en todo, todos participamos de una Vida y formamos una Gran Fraternidad.

Existencia de Dios.

Ningún proceso de razonamiento puramente intelectual suministra una demostración, completa y satisfactoria a todas las mentes, de la existencia de Dios. Tal existencia puede probarse indirectamente por el raciocinio, la devoción y la pureza de vida. Un detenido y cuidadoso estudio de la naturaleza prueba la probabilidad de un “Divino Arquitecto” que edifica los mundos; la Existencia-Una parece una necesidad filosófica, así como la manifestación de la Dualidad primordial: Pratyagátmá y Múlaprakriti, o sea, la raíz del Espíritu y la raíz de la Materia, una necesidad cósmica. Pratyagátmá, contemplado emocionalmente, es Dios, el Supremo Señor.

La devoción hacia Dios habilita al hombre para sentir la existencia de Dios y para obtener Paz de Él. A medida que un hombre se hace más puro, más noble, más amoroso, comienza a conocer a Dios y no necesita ya pruebas de Su existencia, así como ya no necesita prueba de la luz mediante la cual ve.

Pero la prueba directa y última radica dentro del Ser; su única prueba es la conciencia en el Ser. Cada uno de nosotros está completamente seguro de que él mismo existe; y así, tenemos muchas existencias cada una segura de ella misma; pero estas no pueden surgir de forma separada e independientemente, de igual manera que una fuente, si no tiene agua, no puede lanzar un chorro por los aires; estos seres han surgido del Ser Uno, son partes del Único Ser y tal Ser es Dios. De aquí que la convicción del Ser sea Su sola prueba, la realización de lo Divino en nosotros, nuestro verdadero Ser que reconoce al Divino Ser fuera de nosotros por identidad de naturaleza.

Por tanto, sólo realizando la Divinidad en nosotros mismos podremos conocer la Divinidad fuera de nosotros mismos: aquel Ser en quién vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.

La formación de nuestro Sistema Solar.

Desde el más remoto punto de partida o historia que nos sea posible concebir, aparecen ya en completa actividad los opuestos de espíritu y materia, de vida y forma. Lo que comúnmente llamamos fuerza y materia son en realidad dos variedades de espíritu en diferentes etapas de evolución.

La raíz última de la materia, tal como se ve en nuestro nivel, es lo que los científicos llamaban el éter del espacio; en los estudios teosóficos se denomina el “Koilon”, lo vacío, la negación primordial de la materia, porque el espacio ocupado por ella aparece vacío para los sentidos físicos. Esta sustancia, perceptible sólo para un poder clarividente altamente desarrollado, llenaba originalmente todo espacio; pero algún Ser, infinitamente más elevado que nuestra Deidad Solar, modificó esa condición de reposo al infundir Su Espíritu o Fuerza en cierta sección de la materia, sección del tamaño de todo un Universo.

La introducción de tal fuerza formó dentro del éter un incalculable número de pequeñas burbujas esféricas, que se denominan en “La Doctrina Secreta” como “los agujeros que Fohát cava en el espacio”. Cada burbuja, o punto de luz, es donde no se halla Koilon; cada burbuja es en realidad un punto de Su conciencia y persiste solamente mientras Él quiere desalojar de allí el Koilon circundante.

Estas burbujas son los átomos últimos, las unidades finales de las que se componen lo que nosotros llamamos materia; por lo cual la materia no es otra cosa que agujeros en el éter.

Cuando la Deidad Solar comienza a construir Su sistema, encuentra este material, que consta de infinito número de agujeros o burbujas, listo para ser usado. Primeramente demarca el límite de Su campo de actividad, una vasta esfera cuya circunferencia es mucho mayor que la órbita del más lejano de sus futuros planetas. Dentro del límite de tal esfera El establece una especie de vórtice gigantesco arrastrando todas las burbujas hacia una vasta masa central, el material que constituirá la futura nebulosa. Actuando mediante Su Tercer Aspecto, envía al cuerpo de esta enorme esfera giratoria siete impulsos sucesivos de fuerza, reuniendo las burbujas en agregados más y más complejos.

De esta manera se forman siete mundos de materia, gigantescos, interpenetrados y concéntricos; todos uno en esencia puesto que constan de la misma clase de materia, pero difiriendo en grados de intensidad. Estos siete tipos de materia o clases de átomos de hallan libremente entremezclados, de tal suerte que, en la más pequeña porción de materia tomada al caso, podrían encontrarse partículas de cada tipo. Los más densos de estas siete clases de átomos, los átomos físicos últimos, se combinan luego en ciertas agregaciones para constituir un número de diferentes clases de lo que puede llamarse “proto-elementos”, y estos se agregan de nuevo en varias formas que la ciencia conoce como elementos químicos.