Capítulo 9.2 – La evolución de las formas

En el reino mineral (en los metales, piedras, y lo que se cono-ce como materia inorgánica), la Vida, la Mónada de la forma, Atma-Budhi la emanada Vida del Logos, tiene la capacidad de responder, pero en una manera muy limitada debido en parte a su naturaleza germinal, y en parte a la rigidez el vehículo que la rodea. «Dios duerme en el mineral», y así la vida de Víshnu, al cernerse, modifica y suaviza la rigidez de su material y pone en actividad a la esencia interna mediante golpes y vibraciones, mediante impactos tremendos como los terremotos y los volcanes (esto es, el quebrantar y moler materiales en una escala gigantesca) hasta que se alcanza una etapa de plasticidad con una oposición muy disminuida de parte de la forma externa y con una respuesta más activa de parte de la vida interna; siendo entonces cuando surgen a la existencia los comienzos del reino vegetal.

Después que la Vida en el mineral ha desarrollado el poder de responder a impactos del exterior, la siguiente etapa en la evolución, alcanzada en el reino vegetal, es que la respuesta asume la forma de sensación; el poder de responder al impacto externo por un sentimiento dentro de la vida; aparece la sensación cómo placer cuando la vida responde a impactos armoniosos de fuera, y como dolor cuando los impactos son discordantes.

Llegamos después a la etapa que se manifiesta cuando la vida evoluciona a través del reino animal. El placer y el dolor se sienten ahora agudamente, pero, como aditamento, surge un germen de cognición que se llama percepción y que conecta los objetos y las sensaciones. La vida que entonces comienza a alborear desarrolla el poder de formar un eslabón entre el objeto que la impresiona y la sensación que responde a aquel objeto; y cuando conoce la vida un objeto como provocador de placer ó de dolor, esto es, cuando percibe el objeto, se despliega la facultad de percepción, o sea, el crear lazos entre los mundos externo e interno, y comienza un poder mental a germinar en aquel organismo, tal como lo encontramos en los animales superiores. Pero en todo el proceso, es la vida evolucionante la que lleva consigo la experiencia que ha obtenido por medio de cada forma ya usada, lo mismo que desde un reino inferior de la naturaleza á otro superior; del mineral al vegetal, y del reino vegetal al remo animal.

Con el poder de moverse de un lugar a otro aumentan para los animales las oportunidades de acumular experiencia; ya que así pueden ponerse por si mismos en contacto con los objetos extremos, en lugar de tener que esperar, como el mineral y el vegetal, el acercamiento de tales objetos antes de responder a ellos. Con la lucha por la existencia (la tremenda competencia por la alimentación, que existe en la naturaleza); con el amor de los semejantes que aparece en el instinto maternal y paternal; el instinto de guiar (en el toro, por ejemplo) el instinto gregario; así como por las vicisitudes; por el cazar y ser cazado, desarrolla el animal astucia, previsión, poderes de propia defensa, bravura y otras altas cualidades que finalmente harán posible el advenimiento del hombre; si bien aún cuando el animal hombre aparece ya en la etapa de la vida falta todavía algo para llegar a la real hombría o condición humana.

Pero el hombre no desciende del bruto, eso es tan sólo un fragmento de verdad vista: a medias y por lo mismo desfigurada. La materia de los vehículos inferiores del hombre ha sido preparada en previas edades evolución desde las etapas inferiores de los reinos elemental, mineral, vegetal y animal, a fin de poder ser utilizada para la forma humana.

En ciclos previos evolucionaron ciertas formas que adecuadamente podrían ser descritas como algo semi-mono, semi-humano, las que jamás fueron ocupadas por el Triple-Yo y qué por consiguiente pertenecían al reino animal y no al humano. En el actual ciclo evolucionó la forma humana pasando rápidamente a través de las etapas inferiores en su camino hacia lo humano, como lo hace un feto en la vida prenatal, y por consiguiente ha estampado en sí las etapas por las cuales pasó. Y así se verá que el hombre no es meramente un desarrollo del animal, como se creyó por quienes aceptaron un punto de vista algo crudo respecto a la teoría de la evolución. La materia se hizo plástica en el animal, pero el hombre, que actúa en su forma es resultado de una elaboración superior, y el germen de su vida jamás podrá ser desarrollado mediante un animal. Se desarrolla tan solamente en el humano, que contiene más vida replegada dentro de sí, para que el germen pueda desenvolverse a lo largo de una línea de directo crecimiento humano. Es la Tercera Gran Emanación, la Tercera Oleada de Vida, la que hace descender a estos espíritus humanos que habían estado esperando tomar habitación en las formas preparadas para recibirlos, y para animar y utilizar estos cuerpos, según se explicó antes.

Cuando muere una persona o abandona su cuerpo físico, ella, siendo de por sí un alma, permanece separada de las otras almas; pero cuando muere un animal, por ejemplo, un tigre, como no es todavía una alma permanentemente separada, aquello que formó su alma, después de un período de vida consciente en el mundo astral, se incorpora a la masa llamada alma-grupo, de la cual procedió y que suministró al-mas para muchos otros tigres. El verdadero animal no es el cuerpo, sino una vida invisible que actúa para la forma animal así como actúa el alma del hombre para el cuerpo humano. Esta vida invisible que energiza la forma animal se llama el alma-grupo. Esta alma-grupo está constituida por cierta cantidad definida de materia mental cargada con la energía del Logos; esta materia mental contiene una vida definida en el grado de evolución animal. Una alma-grupo animal fue en previos ciclos un alma-grupo vegetal y, en ciclos anteriores aún, un alma-grupo mineral, al grado de que cualquier alma-grupo animal está ya altamente especializada como resultado de sus experiencias en la materia vegetal y mineral.

Cada alma-grupo tiene adscritos a sí cierto número de cuerpos, animales, digamos, cien cuerpos de tigres para una alma-grupo particular. Por consiguiente cada uno de estos cuerpos de tigre tiene un centésimo de alma-grupo ligado a si, y, al igual que el hombre, está por completo separado durante la vida física; pero aquel tigre no es una individualidad permanente, y, después de la muerte y de la breve vida astral que le sigue, su alma se sumerge de nuevo en su propia alma-grupo.

Podemos comprender más fácilmente esto por una analogía. Imaginemos un gran recipiente conteniendo, cien vasos sumergidos en su agua; el agua representa toda el alma-grupo, y los cien vasos los cien tigres. Al sumergir cada vaso en el recipiente aquel tomará su capacidad de agua, la cual adoptará la forma del vaso, quedando temporalmente separada del agua remanente así como del agua de los otros vasos. Ahora bien, si se vierte alguna substancia colorante en cada vaso separado, esa representaría las cualidades desarrolladas por cada una de las almas-tigres durante su vida. La muerte del animal se re-presentaría por el acto de verter el agua del vaso en la cubeta. Pero, así como el colorante distribuido por toda el agua de la cubeta sería mucho más tenue qué si estuviera confinado a un solo vaso, las cualidades de un tigre son compartidas después de su muerte por todos los tigres del alma-grupo, si bien en grado inferior. Igualmente, ja-más podríamos extraer de la cubeta por segunda vez un vaso de agua idéntico, ya que cada vaso tomado de allí en lo futuro, contendrá trazas del colorante de todos los diferentes vasos de agua que en él se vertieron. De igual manera, ningún tigre puede renacer con la porción idéntica del alma-grupo, ya que las cualidades desarrolladas por un tigre separado llegan a ser propiedad común de todos los tigres que en lo futuro nacerán en aquella alma-grupo, si bien en grado menor que como existieron en el tigre original. Así es como aparecen lo instintos heredados, las experiencias continuamente repetidas, acumuladas en el alma-grupo, «experiencias hereditarias acumuladas» en las nuevas formas; y esto explica por qué un pato empollado por una gallina se echa al agua sin haber aprendido antes a nadar; por qué un pollo en ‘cuanto sale del cascarón buscará refugio al percibir la sombra del gavilán; y por que un pájaro artificialmente incubado sabe la manera de fabricar su nido de acuerdo con las tradiciones de su especie, sin haber visto jamás uno.

Por consiguiente la reencarnación es en realidad un proceso que afecta toda vida en todos los organismos, por más que generalmente se la considere como si afectase solamente a las almas humanas. La vida de la rosa que muere retoma a su subdivisión del alma-grupo de las rosáceas para encarnar después en otra rosa; el perrito que muere de rabia retoma a su alma-grupo de los caninos para reencarnar después como perrito de otra canada. En cuanto al hombre, la única diferencia es que siendo una conciencia individual, a su muerte no re-toma a ninguna alma-grupo, sino que reencarna con todas las facultades de sus previas vidas como posesión suya exclusiva sin compartirlas con otros individuos.