Los pensamientos altruistas, ya fueren puramente intelectuales o de naturaleza compasiva, tierna, devota, o amorosa, etc., pertenecen a su cuerpo mental, y los lleva él consigo al Devachán, puesto que, tan sólo mediante tales pensamientos refinados podrá apreciar el mundo celestial.
Ahora bien, «su cuerpo, mental es un vehículo que de ninguna manera se halla por completo desarrollado como el astral y que lo aleja del mundo mental alrededor de sí, en lugar de capacitarlo para verlo; ya que solamente se hallan en plena actividad aquellas partes de su cuerpo mental que usó de manera altruista durante su vida terrestre. Los pensamientos elevados, refinados y nobles, las aspiraciones inegoístas que él generó durante su vida terrestre, se agrupan entonces en tomo a él formando alrededor de sí una especie de cascarón mediante el cual puede responder a ciertos tipos de vibración en la refinada materia del mundo mental.
Estos pensamientos que lo rodean son los poderes mediante los cuales se da cuenta de la riqueza del mundo celeste, y si bien aquel mundo es un almacén de extensión infinita (toda gloria y toda belleza ya concebibles), él puede aprovecharlos exactamente de acuerdo con su capacidad de pensar sin egoísmo. Cada una de tales formas de pensamiento es una. ventana a través de la cual mira, desde su cuerpo mental, la gloria y la belleza del mundo mental. Si él ha tenido especial complacencia en las cosas físicas durante su vida terrenal, entonces apenas contará con unas pocas ventanas por las cuales tal gloria superior pueda brillar cerca de, él. Un alma enteramente inegoísta, y altamente evolucionada, es toda ventanas, tiene plena conciencia aquí, se puede mover en su vehículo mental tan libremente como el hombre ordinario emplea su cuerpo físico, y mediante él inspecciona vastos campos de conocimiento superior que se extienden ante sí. Empero, cada hombre pudo haber tenido algún toque de sentimiento puro, inegoísta, aunque haya sido una sola vez en toda su vida, y aquel podrá ser ahora una «ventana» para él. Todo ser, exceptuando uno enteramente salvaje en sus primitivas etapas, tendrá con seguridad algo de esta maravillosa vida de bienaventuranza. Por consiguiente y de hecho, en lugar de que algunas «almas» vayan al cielo y otras al infierno, la mayor parte tienen su etapa tanto de purgatorio como de cielo, las cuales solamente difieren en sus proporciones relativas.
Pensar pensamientos amorosos o nobles, apreciar una obra maestra literaria, o alguna adorable obra de arte en el mundo físico, es abrirse una ventana en el mundo celestial; acostumbrarse a pensamientos elevados y altruistas, es mantener’ aquella ventana siempre abierta de par en par. Pero la condición de un hombre en el mundo celestial es principalmente receptiva, y su visión de algo fuera de su propia concha de pensamiento, es del más limitado carácter; no puede él construir nuevas ventanas, a lo largo de nuevas líneas de actividad si no tuvo interés en éstas durante su vida física. Los pensamientos superiores pueden seguir muchas direcciones, algunas de ellas personales, como el afecto hacia una persona o la devoción a una deidad personal; y otras de ellas impersonales. Entre éstas se cuentan el arte, la música y la filosofía; y un ser, cuyo interés haya girado alrededor de estas líneas encuentra inconmensurable goce e ilimitada instrucción, es decir, la cantidad de júbilo y de conocimientos quedará limitada tan sólo por su poder de percepción. Como un trabajador que regresa al hogar con su salario del día, el hombre extrae del Devachán tanto cuanto se haya preparado a obtener por sus esfuerzos durante la vida terrenal.
En este plano existe la infinita plenitud de la Mente Divina, abierta en todo su ilimitado influjo para toda alma, justamente en la proporción en que aquella alma se hubiere calificado a sí misma para recibir. Es un mundo cuyo poder de respuesta a las aspiraciones del hombre está limitado solamente por la capacidad de éste para aspirar. En el oriente se dice que cada ser trae consigo su propia copa; que algunas son grandes y otras pequeñas; pero que cada copa, grande o pequeña, será colmada hasta el máximo de su capacidad; aquel océano de bienaventuranza contiene mucho más de lo que es necesario para todos.
Las imágenes mentales (o formas de pensamiento) inegoístas que hayan existido como semillas en el .cuerpo mental, comienzan a manifestarse como árboles en el Devachán, de tal suerte que cuando un hombre hubiere formado muchas imágenes mentales, ya fuere por su aspiración al conocimiento, o por altruista .deseo de ayudar a la humanidad, (por más que tales imaginaciones hayan sido consideradas en el mundo como castillos en el aire) se materializan ahora en la materia más fina del mundo mental y el hombre se encuentra allí haciendo cada cosa de acuerdo con sus deseos.
Siendo la materia mental más sutil que la materia física, los pensamientos son cosas en el mundo mental o celeste; y mediante el poder del pensamiento, cada uno crea en los cielos su propio mundo de acuerdo con sus deseos.