La afirmación de que la práctica de la virtud lleva a un hombre a la entrada del Sendero, parece como un retroceso a la antigua teoría «Sed buenos y seréis felices». Pero en realidad significa que, si bien el hombre que lleva una vida buena a través de muchas encarnaciones no puede por ello desarrollar el intelecto, él adquirirá prontamente la suficiente intuición para ir a la presencia de los hombres que saben, para llegar de hecho a los pies de alguien que sea servidor de los Maestros. Pero este método requiere miles de años y muchas vidas. El hombre que practica la virtud sin hacer algo más, llegará al portal del Sendero alguna vez, pero este proceso es lento. Puede apresurar su desarrollo y ahorrarse mucho tiempo siguiendo el consejo de San Pedro y adquiriendo conocimiento; pues entonces su progreso será mucho más rápido.
Cuando por alguno de estos métodos alcanza un hombre cierto nivel, inevitablemente atrae la atención de los Maestros y se pone en contacto con Ellos, generalmente mediante uno u otro de Sus discípulos adelantados.
El primer paso
El primer paso, sin el cual ningún acercamiento al Sendero es posible, es el Servicio al Género Humano.- «Vivir para el beneficio de la humanidad es el primer paso», dice La Voz del Silencio». La Vida del hombre que se aproxima al Sendero se caracteriza por el inegoísta servicio a los demás, por su voluntad para sacrificarlo todo por el bien de otros, por su prontitud a abandonar todo lo que el mundo considera como valioso, en devoción a una causa o a un ideal que el crea que personifica lo Recto. Esta es la marca del hombre que se está acercando al Sendero. Tal hombre, desarrollándose a sí por medio del servicio a los demás, realiza la verdad de las palabras que pronunciara el Cristo Mismo; «Puesto que habéis hecho esto por el más pequeño de Mis hermanos, lo habéis hecho por Mí».
No hay distinción entre las varias clases de servicio con tal de que éste sea inegoísta y tenaz. Podrá ser puramente intelectual como la obra del autor o del escritor que trata de esparcir entre los demás los conocimientos que él adquirió; o podrá ser a lo largo de las líneas del Arte, cuando el músico, el escultor, el pintor, persiguen el ideal de hacer al mundo un poco más bello, un poco más lleno de gracia; o podrá ser en pro del mejoramiento social cuando un hombre, movido de simpatía hacia el pobre, vierte su vida entera en la labor de ayuda al necesitado, o trata de modificar los antiguos sistemas
sociales, o ambiente, o costumbres que retardan el progreso de la humanidad; o bien la labor puede llevarse a lo largo de líneas políticas, con la vida de la Nación como objeto del servicio; o por último, a de largo de actividades curativas. Podrá elegirse cualquier labor útil de acuerdo Con la capacidad: comercio, industria, profesión, arte, etc., todo cae dentro del servicio.
Todos estamos ocupados de una u otra de estas actividades, la diferencia estriba en el motivo con el cual se emprende la obra. Ciertamente, los hombres son escritores o autores, políticos, reformadores sociales, doctores, artistas; toman parte en la industria y en el comercio, pero, ¿movidos por qué motivo? Los hombres ordinarios son movidos por el incentivo del éxito personal, no del servicio; no por el de «aligerar un poquito el pesado karma del mundo», ni por elevar en algo la condición del mundo, aunque al propio tiempo obtengan de tal trabajo su subsistencia. Por supuesto, en una etapa inferior, es necesario trabajar por el fruto de la acción; pero el ideal de servicio, ayudar al débil, enseñar al ignorante; levantar al oprimido; aquel servicio inegoísta que da todo sin pedir nada en cambio; no una elección sino un impulso incontrastable; todo esto constituye el primer paso hacia el Sendero.
El segundo paso
El estar poseído por una idea al grado de que ningún argumento, ninguna ventaja personal, pueda apartar de ella al hombre, es lo que marca el segundo paso. La idea fija podrá ser la de un maniático, pero esa es una falsa idea. Si la idea fuere una verdad, si tiende al servicio del hombre, quien se hallare poseído por una idea semejante, como un entusiasta, un héroe, un mártir, está ya cerca de la entrada del Sendero. Cuando un hombre está convencido de que una cosa es cierta, le es más fácil morir mártir como Giordano Bruno, que renegar de aquella verdad. Se juzga mejor a un hombre por sus motivos para una buena acción que por la buena acción misma en sí. La corona de laurel del heroísmo no es únicamente para las sienes del vencedor y del fuerte; también de es para aquellos héroes que aspiraron al triunfo y lucharon por él si bien perecieron en la demanda. Los esfuerzos por realizar un ideal noble y elevado transforman la vida en lo Grande y en lo Heroico. Y así, seguros de que nuestra acción es tan sabia como nos sea posible, debemos darnos por completo al servicio, sin retener nada para nos. otros, ayudando cada vez que se presentare oportunidad de trabajar, dedicándose enteramente a un gran ideal y persiguiéndolo tanto en tiempos de tempestad cuanto en los de calma.