La labor es enteramente moral y mental y el candidato ha de guiarse por sí mismo hasta el punto en que «encontrará a su Maestro cara a cara». – Descubre entonces que hay ciertas calificaciones establecidas para hollar el Sendero Probatorio, el «Sendero de Purificación» de la Iglesia Cristiana, y que él tiene que adquirirlas no por un vago deseo sino por la diaria meditación y práctica en su vida.
Hay cuatro cualidades que se exigen a un discípulo a prueba antes de que pueda llegar a ser discípulo aceptado; si bien, en esta etapa, no se le pide una perfecta ejecución. Estas cualidades se exponen detalladamente en el admirable librito «A los Pies del Maestro», que ha sido traducido a veintisiete idiomas y del cual se han hecho más de cincuenta ediciones de millares de ejemplares. Podemos dar un sencillo bosquejo con sus nombres técnicos en sánscrito (usados por los Hindúes) y en Páli (usados por los budistas) .
I.-Viveka. Discernimiento entre lo real y lo irreal, entre lo eterno y lo transitorio; también entre lo recto y lo errado, lo importante y lo no importante, lo útil y lo inútil, lo verdadero y lo falso, lo egoísta y lo altruista. Deberá el discípulo desarrollar una facultad de distinguir entre las cosas transitorias como la fama, el poder y la posición social, y las cosas perdurables como las cualidades mentales, morales y espirituales. Deberá aprender a percibir el Dios interno dentro de las pasiones y locuras exteriores, y, mirando lo Divino, lo mejor en cada hombre y en cada cosa, – no importa cuán malos él o ellas puedan aparecer a la superficie -, debe aprender a identificarse con aquello mejor a fin de ayudar. Esta cualidad se llama Manodváravajjana entre los budistas, o sea, «la apertura de las puertas de la mente».
II.- Vairágya. Carencia de deseos o de pasiones. Los deseos ordinarios, antojos pasajeros, agrados y desagrados, que tanto llenan la vida de un hombre, no deben ser matados sino trascendidos y transmutados en lo superior a fin de ser cambiados en el único deseo de estar en perfecto acuerdo con la Voluntad Divina. Por ejemplo, el amor humano, frágil y egoísta, puede llegar a ser trascendido en su aspecto animal por un amor altruista hacia toda la humanidad. A medida que el discípulo mira la irrealidad de las cosas a su derredor, los objetos mundanales pierden su poder de atracción; y de la indiferencia hacia esos objetos deriva la indiferencia por sus frutos que son también reconocidos como irreales e impermanentes. No debe él cesar en sus actividades; sin embargo, trabajando como los que son ambiciosos, debe él no serlo. Una prueba de la carencia de deseos es que pueda él ser capaz de contemplar sin asomo de tristeza que sus proyectos o empresas de muchos años se desmoronen reduciéndose a polvo. Toda contrariedad o tristeza procede del pensamiento del yo e implica deseo por el fruto de la acción. Por otra parte, mientras pueda hacerlo infeliz un deseo no satisfecho estará identificándose aún con sus deseos.
Debería él: «domeñar el deseo de brillar o de aparecer como muy hábil; no tener deseo de hablar» y «acostumbrarse a escuchar más bien que conversar», reprimiendo inflexiblemente «el deseo de mediar en los asuntos de los demás». y así, cuando realmente se experimenta Viveka, no meramente cuando se le menciona, cesa todo deseo por los objetos mundanos y «Vairágya» sigue tras «Viveka» como las ruedas siguen tras el caballo. Entre los budistas ésto se conoce como Parikamma, «preparación
para la acción»; indiferencia al fruto de la acción, adquirida por ejecutar lo recto sin considerar nuestra propia ganancia o pérdida.
III.-Shatsampatti. El séxtuple grupo de las cualidades o atributos mentales, las dotes de la mente, a veces llamadas «Recta Conducta», cualidades que son muy necesarias para el discípulo; llamadas «Upacháro» entre los budistas, o sea, «la atención a la conducta».
Estas cualidades se detallan así:
- Shama, quietud, control del pensamiento. Muy a menudo es la mente la que controla al hombre y no el hombre quien controla a la mente. Deberá existir un dominio del temperamento con una mente calmada y valerosa, sin ansia ni depresión; y este auto-control por va que hace al intelecto, es absolutamente necesario, pues, a menos que
la mente se mueva tan sólo en obediencia a la guía de la voluntad, no podrá ser un perfecto instrumento para la labor del Maestro en de futuro. Esta cualidad implica mucho, pues comprende dentro de sí tanto el control propio cuanto la calma necesaria para el trabajo astral. - Dama, subyugación, control de la conducta, dominio de sí en la acción y en el lenguaje. Mucho mal se causa por la falta de juicio o benevolencia en las palabras, o por descuidada repetición; pero si el pensamiento es recto la conducta lo será también. «Antes de que la voz pueda hablar en la presencia de los Maestros deberá haber perdido el poder de herir». El discípulo deberá cumplir todos sus deberes ordinarios, ser constante y activo en la buena labor y «estar siempre dispuesto a ofrecer ayuda cuando se necesitare, pero jamás entrometerse».
- Uparati. Tolerancia, ausencia de fanatismo; una tolerancia noble y afectuosa para todos alrededor de sí; capacidad de comprenderlo y perdonarlo todo sin pedir de nadie más de pe que pueda dar. Es también el reconocimiento del derecho de otro a pensar por sí mismo, sin la menor intervención ajena. Con esta actitud tolerante deberá él mirarlo todo desde dentro y comprender las aspiraciones, deseos y motivos ajenos; y aunque conozca que las ceremonias no son necesarias, deberá abstenerse de condenar a quienes todavía se aferran a ellas. Libre ya de toda superstición y fanatismo, deberá aprender a ser tolerante con toda forma de religión, con todas las variedades de costumbres, con todas las creencias y tradiciones de los hombres, sabiendo que todas son otras tantas presentaciones externas de la misma Verdad fundamental.
- Titikshá. Paciencia. Esta virtud se traduce también como alegría y buen humor, pues implica la disposición a soportar contentos y alegres cualquier situación que el karma pueda traer ya despedirse de cualquier bien y aún de toda cosa, mundanalmente, cuando fuere necesario. Pues el discípulo comprende que: «Ninguna cosa importa mucho, y la mayor parte de las cosas no importan nada», e, imperturbado por la alegría o la tristeza, conoce que: «Esto también pasará» y que «Cualquiera cosa que sea, es » mejor». Dándose cuenta de que todo lo que le advenga en forma de molestias de mente o de cuerpo, de familia o negocios, procede de su propia creación en el pasado, y que aquellos que le hacen daños no son más que los instrumentos de su propio karma, soporta todo no solamente con tal ausencia de resentimiento, sino con disposición absolutamente placentera. Sabe también que será de poca utilidad a su Maestro mientras su mal karma no haya sido elaborado por completo y así recibe alegremente cualquier aceleramiento de dicho karma, agotando ahora en una o dos vidas lo que de otra manera podría extenderse por más de cien, y pagando así en enormes dificultades y molestias lo que ahorra en tiempo.
- Shraddhá. Fe, confianza, o sea la profunda convicción íntima de su propia divinidad y por consiguiente de su poder de triunfar; la poderosa fe en su propia calidad divina, no realizada aun pero presentida; la perfecta confianza en su Maestro y en sí mismo. Sabiendo que: «A menos que haya perfecta confianza, no podrá existir el perfecto fluir de amor y de poder», él confía hasta el grado extremo en su Maestro que lo ha enseñado y lo ha guiado y que lo llevará a través del espinoso sendero hasta el umbral de la Iniciación; y por esa confianza en su propia divinidad cree que: «Lo que un hombre (hoy su Maestro) ha hecho, otro hombre (él) puede hacerlo».
- Samadhána. Equilibrio, compostura, quietud de la mente, serenidad no perturbable por tristezas ni por júbilos. Es la concentración de todo el ser en la labor que para el Maestro ha tomado a su cargo el discípulo; es ir en línea recta a lo largo del Sendero del cual no podrán apartarlo por un solo momento ni tentaciones, ni placeres o afectos mundanos.
IV.-Mumukshutva. Deseo de liberación (de la rueda de nacimientos y muertes) como lo llaman los Hindúes; Anuloma, (orden o sucesión directa) , como los Budistas la designan, pues su logro es la secuencia de las otras tres calificaciones. Es, en realidad, la voluntad de ser uno con el Supremo; y porque lo Supremo es Amor; y porque una persona que llegare a ser uno con El, debería estar plena de perfecto amor sin sombra de egoísmo, de un amor elevado de lo humano a lo Divino, el Maestro designa a esta cuarta cualidad como Amor y califica los tres vicios de murmuración, crueldad y superstición, como de pecados contra el Amor. No solamente debe el discípulo refrenarse de hacer el mal sino que habrá de ser activo en la práctica del bien y estar siempre vigilante para prestar servicios a todos los hombres, animales y plantas, al derredor suyo. Debe desear con ahínco ser uno con Dios, no para su provecho propio sino para que pueda ser un canal por donde pueda fluir Su amor y Su vida sobre los demás.
En esa temprana etapa no se espera un perfecto cumplimiento de todos estos requisitos y cualidades; pero cuando llega a adquirirlas el discípulo, ya poner la marca de ellas en su carácter, se le llama por los hindúes el «Adhikári», por los budistas el «Gotrabhú», (el que ya está presto para la Iniciación). «Solamente aquellas acciones a través de las cuales resplandece la luz de la Cruz, son dignas de la vida de un discípulo», dice un versículo de cierto libro de máximas ocultas; y esto significa que todo lo que haga un aspirante debería ser sugerido por aquel fervoroso amor que se sacrifica a sí mismo. Ha hollado él el Sendero Probatorio que conduce a la «Estrecha puerta» de la Iniciación, allende la cual se halla el «angosto y antiguo camino, la senda «tan difícil de hollar como el filo de una navaja de rasurar», el «Sendero de Santidad».