La fraternidad de la humanidad
El reconocimiento intelectual de este principio de fraternidad y los esfuerzos por vivirla prácticamente, son muy estimulantes para la mas elevada naturaleza del hombre. Vivir la fraternidad aún en pequeña dosis limpia el corazón y purifica la visión; vivirla perfectamente equivale a quitar de raíz todo sentido de separatividad. Tal reconocimiento es el primer paso hacia la realización de la no-separatividad, tan necesaria para el progreso de un discípulo, haciéndolo sensitivo a las tristezas de todos, y entrenándolo para auto-identificación con toda la humanidad, a fin de que pueda últimamente llegar a ser un colaborador definido con Dios, dedicando por completo su vida a laborar en Sus propósitos.
La fraternidad del hombre no es algo que necesite ser establecido. La fraternidad es. Constituye un hecho en la naturaleza;
ya existe, y únicamente requiere que la realicemos. Nadie puede hacer una declaración más sencilla o más perfecta de ella que la hecha porque Cristo cuando dijo: «Uno es Vuestro Padre, o sea Dios, y todos -vosotros sois Hermanos.
Las gentes engañan y matan a otros porque olvidan la verdad de la fraternidad, pero la ignorancia de los hombres no cambia las leyes de la naturaleza, ni hace variar su marcha irresistible. Sus leyes aniqui-lan a quienes se les oponen. Ninguna nación ni civilización alguna que ultrajen a la fraternidad pueden perdurar; y tenemos que poner a tono nuestras vidas, en armonía con aquella Ley.
Bases de la fraternidad del hombre.
La vida humana es una porción de aquella Vida Paternal de la cual todos somos progenie. Puesto que participamos de una sola Vida todos formamos una fraternidad, por lo cual, la solidaridad del hombre es una de las verdades básicas de la Teosofía.
El intelecto es un principio separativo, espontáneamente combativo y afirmativo del Yo, su verdadera índole lo lleva a afirmarse como separado de los demás; y no puede realizarse la fraternidad en los planos inferiores con su sentido de separatividad y su conflicto de intereses.
Igualdad y Fraternidad
Conocemos el lema de la Revolución Francesa: «Libertad, Igualdad y Fraternidad», por el cual se da por admitido que Libertad y Fraternidad implican Igualdad. Ahora bien, ¿qué cosa es Igualdad? Si por ella se significa que todos los hombres son iguales en su origen y que cada uno, nacido de la fuente Divina, alcanzará ultimadamente la Divinidad manifestada, después de haber desarrollado sus potencialidades en poderes, entonces, en tal sentido la Igualdad es verdadera. Pero, en el curso de la evolución, en la dilatada y cambiante lucha entre espíritu y materia, surgirán las desigualdades; así pues, si en el Espíritu todos los hombres son iguales, en la carne todos son radicalmente desiguales. ¿En dónde está la igualdad entre un hombre de genio y un loco, entre un contrahecho y un atleta, entre un santo y un salvaje? Excepto en los casos de gemelos o de triples, la fraternidad implica una diferencia en la edad de los cuerpos físicos, y por consiguiente diferencias en fuerza, en agudeza, en capacidad, en deber, y estas diferencias, excepto la de la edad, se encuentran aún en los cuates y triples. La fraternidad implica una comunidad de intereses, todos los miembros de una familia se aprovechan de ellos si la familia es rica, pero los intereses individuales de los hermanos serán absolutamente distintos. Enana familia numerosa, algunos de los hermanos serán hombres adultos que trabajen ya en el mundo, en tanto que otros estarán estudiando en la Escuela y, por último, otros apenas estarán en la lactancia. Ahora bien, ¿qué intereses comunes puede tener un niño de 14 años con su hermanito de 3, y qué interés tendrán para el hermano mayor de 24 anos, que se abre camino en el mundo, todos los premios escolares qué haya ganado el segundo hermanito El deber es diferente según la edad y cada uno que se esfuerce por cumplir su deber de acuerdo con su estado en la vida, fomenta la evolución de la familia humana como un todo.
Al edificar la Sociedad, lo más que se puede pedir (por ser lo más posible) es que haya igualdad de ricos y pobres ante la Ley, de tal suerte que ningún hombre pueda, artificialmente, ser colocado en condición desventajosa por una ley o costumbre hecha por los hombres. Al mismo tiempo y hasta donde sea posible, a cada hombre deberían dar iguales oportunidades, las oportunidades de desarrollar cada facultad que traiga consigo al mundo, si bien deberá tenerse presente que la desigualdad radical, que ninguna sociedad ni ley humana puede quitar, radica en el poder de aprovechar una oportunidad cuando se presente.
Deberíamos edificar un sistema social en el cual pueda ser requerido de cada miembro un servicio social de acuerdo a su capacidad; prestándole ayuda social de acuerdo a sus necesidades, para que cada hombre tenga así la oportunidad de desarrollar toda facultad que traiga consigo al venir al mundo. Y así la ley brutal de la lucha por la existencia seria transmutada en la ley vital, la ley social del autosacrificio para acelerar la evolución de la humanidad. Ya se citó antes la frase de un Maestro hindú que dice: «La Ley de la supervivencia del más apto es la Ley de evolución para el bruto; pero la Ley del propio sacrificio es la Ley de evolución para el hombre»
A la luz de tan elevado ideal, podemos ver que la desigualdad de edades significa desigualdad de capacidad y de poder, y por consiguiente desigualdad de deberes; y .que el fuerte existe no para la tiranía sino para el servicio, no para tener al débil bajo sus pies, sino para protegerlo con la más tierna compasión. Ante el espíritu de fraternidad, la debilidad significa una petición de ayuda y no una oportunidad para opresión. Cada edad tiene su propio deber, el de los más jóvenes es aprender y servir, el de los’ más viejos dirigir y proteger, todos igual-mente cariñosos y serviciales dentro de la gran familia de la humanidad.
La vida espiritual base de la Fraternidad Universal
Primeramente, en el plano físico, las partículas de nuestros cuerpos densos pasan de una persona a otra modificadas por el cuerpo en el cual residen por algún tiempo. Hemos visto en el capítulo III que nuestros cuerpos densos están constituidos de pequeñísimas vi-das o células en estado de constante movimiento, las cuales están continuamente pasando de nosotros al aire circundante y de allí a los otros cuerpos, siendo reemplazadas por células procedentes de los cuerpos de otros, y esto constituye una fraternidad en nuestros cuerpos físicos. .
Igualmente, hemos visto en el Capítulo VII sobre el Poder del Pensamiento que muchos de nuestros deseos, emociones y pensamientos, nos llegan de las invisibles vibraciones que irradian de otros cuerpos astrales y mentales, y, modificados para bien o para mal, por su paso a través de nuestros vehículos, siguen su curso para afectar a otros.
Y así, continuamente estamos influenciando a otras personas en los tres planos inferiores por lo que somos, por lo que decimos y por lo que hacemos, así como por lo que deseamos y pensamos, y a nuestra vez somos influenciados por ellos. De modo inextricable estamos todos ligados, y ninguno puede avanzar o retroceder sin ayudar o estorbar de progreso de los demás, demostrando esto la verdadera unidad de la humanidad en medio de toda su visible diversidad.
Con el reconocimiento de la fraternidad, nuestra actitud hacia los demás cambia radicalmente; adquirimos el hábito de constan-te ayuda y profunda simpatía, pues vemos que son de hecho idénticos los verdaderos intereses de todos y que no es recto el que nosotros ha-gamos algo que choque con sus más elevados intereses.
También nos sentimos naturalmente plenos de la más amplia tolerancia y caridad posibles, ya que nuestra filosofía nos demuestra que poco importa lo que un hombre crea con tal de que sea bueno y verídico; y porque nuestro conocimiento más amplio nos capacita para perdonar muchas cosas y para comprender más el carácter humano, puesto que nos damos cuenta del aspecto bajo el cual apareció el pe-cado para el pecador en el momento de cometerlo.
Y así no solamente sentimos simpatía sino amor positivo hacia toda la humanidad, y adoptamos una vigilante actitud de ayuda, ya que sentimos que cada contacto con los demás significa para nosotros la oportunidad de ayudarlos o aconsejarlos con el conocimiento adicional que adquirimos durante nuestro estudio.
La realización de esta Fraternidad
Si bien tal realización se logra plenamente tan sólo en el plano Búdhico, según se explicó antes, podemos apresurarla en el plano físico por el altruismo. Pero no debemos olvidar que los distintos hermanos necesitan diferentes clases de ayuda a causa de la desigualdad de su desarrollo, y que es de más importancia ayudar a nuestro herma-no a que crezca moralmente que aliviarlo de algún dolor físico.
Los esquemas de reforma social son útiles en sí y también porque educan la opinión pública al presentar vívidamente ante las mentes de los hombres el sufrimiento en que viven sus hermanos menos afortunados, pero mayor bien puede hacerse por nuestros esfuerzos para ayudar a las personas individualmente. Deberíamos tratar de estudiar a cada individuo que requiere ayuda, encontrar su ideal, y mostrarle cómo realizarlo poniendo ante él un ideal algo más elevado. Así podemos ayudarlo a acelerar su crecimiento mostrándole cómo puede el ayudarse a si mismo, prestándole nuestra cariñosa simpatía y aliento.
La familia humana y la Fraternidad
Según se explicó al tratar la Evolución, hay otros seis reinos en la naturaleza, y nos hallamos íntima-mente ligados con todos ellos. La vida que sostiene nuestros cuerpos físicos pasó a través de todos estos reinos y edificó en ellos formas más y más evolucionadas y complicadas cuyo desarrollo ‘culminó en los cuerpos humanos. No sólo eso, sino que nosotros ‘dependemos, aún para nuestra misma subsistencia, de la labor de esos reinos inferiores, especialmente de los reinos vegetal y animal.
Igualmente, compartimos la Vida Divina no tan sólo con cada ser humano, sino con cada animal, planta y piedra, y aún con cada partícula o átomo en todos los reinos; en suma, con todo lo que existe. La Vida Divina es el espíritu en todo lo que existe desde el átomo hasta el arcángel, según se explicó al hablar de la «inmanencia» de Dios» en el Capítulo I; y así la unidad interna, la Vida-Una, habitando en todos por igual, demuestra que hay no solamente una fraternidad en la humanidad, sino una fraternidad omniabarcante, una fraternidad universal en la naturaleza.
El Profesor Overstreet, al tratar de demostrar cómo el concepto de Dios va cambiando gradualmente del de un juez extracósmico hacia el de una Presencia inmanente nos dice: » Las ciencias genéticas nos están convenciendo por doquiera de que no hay solución fundamental de continuidad entre los animales inferiores y el hombre, de que, según lo dice Forel, «todas las propiedades de la mente humana pueden ser derivadas de propiedades de la mente animal», y que, por consiguiente, la doctrina de la evolución es tan por completo válida en el campo de la psicología como lo es en todos los otros campos de la vida orgánica», —Quedan dos grandes pasos por considerar aún. Bajo el animal se halla la planta; bajo la planta se halla lo llamado inorgánico;… nos hemos ya liberado de la noción de una diferencia de clase entre lo humano y lo animal inferior; vamos haciéndolo así en grado creciente, respecto al animal y la planta; lo inorgánico puede hallarse en o cerca del límite inferior de variación. Si llegare a comprobarse que esto es cierto, entonces lo inorgánico es fundamentalmente igual en esencia a las más adelantadas formas de vida.
Deberes individuales hacia la Fraternidad
Debemos recordar que el Ser en la familia humana reside tanto en el más degradado cuanto en el más puro. Por consiguiente ningún obstáculo debería interponerse en el camino de cualquiera que esté tratando de llegar a la plenitud de su crecimiento, sino por el contrario, suministrar facilidades a todos para que desarrollen cada una de las facultades que trajeron a este mundo. Todos somos miembros de una familia, pero con diferentes deberes, y no deberíamos menospreciar ni descuidar a nuestros colaboradores porque su trabajo sea muy humilde; por el contrario, deberíamos pensar con más cariño en ellos precisamente porque son los que hacen el trabajo más desagradable. Toda la humanidad, esencialmente una en su vida, forma un cuerpo, y poner veneno en cualquiera parte, aunque sea la más mínima, podría paralizar todo el cuerpo. No podemos tener ninguna ganancia real a costa de algún otro, y cualquier beneficio o adelanto en el sendero de la espiritualidad es algo que obtenemos no para nosotros solos sino para todos; deberíamos mantener siempre hacia quienes nos rodean una actitud de ayuda y de profunda simpatía, así como de la mayor tole-rancia y caridad posibles; no tan sólo, sino de positivo amor por todo lo que nos rodea.
La ley del Espíritu es que vive mientras da, y aumenta por el uso; lo contrario de la Materia, que se extingue por el uso. La verdad jamás disminuye cuando la compartimos; el Conocimiento, si no se comparte, llega a constituir un cáncer en el cerebro, pero si nosotros lo transmitimos a nuestros hermanos más ignorantes, la antorcha del conocimiento puede encender otras mil antorchas sin presentar ninguna disminución en su flama original. Somos puros únicamente para poder ir hacia lo impuro, ya que la verdadera pureza jamás puédese? mancillada ni enlodada, si bien puede purificar a otros y elevarlos a un standard superior de vida. Y así, la Ley de la Fraternidad de la Humanidad nos impone el siguiente deber: Elevar al pecador y al humillado hasta nuestra propia pureza; instruir al ignorante; rescatar al miserable; alimentar al hambriento; aliviar al enfermo: Siendo nosotros parte de la Fraternidad-Una, vivimos en otros y para otros, influenciándolos s todos y siendo influenciados por ellos No podemos retroceder un’ solo paso sin debilitar el total de la humanidad, ni elevamos un solo peldaño sin elevar al total hacia la pureza. Por consiguiente, deberíamos esforzamos por trabajar para el bien de toda la familia humana con perfecta paz y armonía.