Karma significa, literalmente, acción. La acción es la forma externa de un pensamiento y un deseo, y, en el propio instante de cumplirse ese deseo, da nacimiento a un nuevo pensamiento y deseo, formando los tres un círculo perennemente renovado. La relación de estos tres, como “acción” y los interminables entrelazamientos de tales acciones como causas y efectos, se hallan todos incluidos en la palabra KARMA, que es una sucesión de hechos reconocida en la Naturaleza, es decir, una Ley. Por los cuales, Karma se llama la Ley de Causación o Ley de Causa y Efecto; es la Ley de una fuerza y de los resultados por ella producidos. Esta fuerza puede actuar en el plano físico o mundo del movimiento, en el astral o mundo del sentimiento, y en el mental o mundo del pensamiento.
Aspirar, soñar, planear, pensar, sentir, actuar, todo esto significa poner en movimiento fuerzas de los tres mundos; y, de acuerdo con el uso hecho por el hombre de tales fuerzas, crea buen karma o mal karma, al ayudar o perjudicar a otros. Puesto que es él una unidad en una humanidad de millones de individuos, y no una individualidad aislada, cada pensamiento, o sentimiento, o acción suya, afecta a sus semejantes en proporción a la proximidad de cada uno a él como distribuidor de fuerza. Cada vez que hace uso de tales fuerzas, ya sea para auxiliar o para dañar al todo, del cual es una parte, le trae un resultado, esto es, una reacción resultante de su acción sobre los demás.
Debemos comprender que la Ley del Karma no es una regulación artificial establecida por alguna autoridad externa, sino que se trata de una ley natural, no establece penas ni condenas, sino que establece sólo una invariable secuela de condiciones; dada cierta condición, invariablemente seguirá tal otra condición; y la consecuencia jamás varía. A la primera condición se le llama CAUSA, a la segunda el EFECTO.
No tiene una ley natural carácter alguno de mandato; nos deja en libertad para elegir, pero señala tales o cuales resultados que inevitablemente sucederán como consecuencia de nuestra elección; y sea cualquiera la condición que hubiéramos elegido, debemos aceptarla con su inevitable secuela. Esta ley es invariable; y la invariabilidad de la ley no ata, libera. La ciencia demuestra que el conocimiento es condición de libertad, y que solamente en la medida de su conocimiento puede el hombre alcanzar predominio: la naturaleza se conquista por la obediencia. Lo que un hombre cosecha, eso sembró en el pasado.
En la materia tan fina de los mundos superiores, la reacción de ninguna manera es instantánea, a menudo transcurren largos períodos de tiempo, pero se presentará inevitable y exactamente.