Tan sólo el Uno se halla absolutamente libre. El hombre es relativamente libre dentro de limitaciones que él mismo se ha impuesto; y si bien es impotente para detener la marcha de la evolución, sí puede trabajar él a favor o en contra de esta Ley evolutiva , apresurando o retardando su propio progreso dentro de ciertos límites, según su voluntad. Por el ejercicio de su libre albedrío se ha creado necesidades para sí; por la repetición de acciones bajo la guía de su propia voluntad se ha creado costumbres, ambas son, o llegan a ser, limitaciones.
A través del pensamiento, del deseo y de la acción, el hombre se encuentra encadenado desde el interior por estos tres hilos del destino, de los que ya hemos hablado; pero entre todas estas ligaduras internas o externas, él permanece siendo la divinidad libre; puede ejercitar su libre albedrío a pesar de que al hacerlo se encuentre impedido por las cadenas internas que él, voluntariamente, ha asumido con la idea de experimentar los fenómenos de los planos densos así como por las ligaduras externas que él ha forjado en sus luchas con la más densa materia.
Todas nuestras circunstancias son el resultado de nuestro karma, el cual crea necesidades para nosotros, pero, a pesar de hallarnos limitados por estas cadenas que nos impusimos, podemos modelar el futuro, y si bien no nos es posible trascender súbitamente los límites, si podemos extenderlos gradualmente, hasta que adquirimos para nosotros mismos una libertad prácticamente ilimitada en dirección hacia el bien. La ignorancia es la causa del encadenamiento, al paso que el conocimiento nos trae la liberación y el libre albedrío, ya que mediante la sabiduría es como el hombre se conoce como uno con la Divina Vida, y actúa cono un agente libre y responsable en armonía con la Divina Voluntad.