La Ley de Karma es como toda otra ley de la Naturaleza: ata al ignorante y da poder al sabio; no es una fuerza compelente, sino habilitante; y establece que, si bien estamos ligados por lo que ya hemos hecho en el pasado, podemos, en cualquier momento, modificar y modelar el futuro por la elección que hagamos; y que el esfuerzo diligente en el ahora es superior al destino o a los resultados de nuestro pasado.
Nuestro Karma es de naturaleza mixta, no una corriente que nos arrolla, sino algo constituido por pequeñas corrientes que van en diferentes direcciones, neutralizándose a veces unas a otras, con un resultado neto extremadamente pequeño. Y así, como en la balanza del Karma no están todos los pesos en un solo platillo, y como se encuentran tales pesos casi balanceados, la presión de un dedo puede hacer oscilar la escala; y aunque algunos de nuestros antiguos pensamientos, deseos y acciones estén de parte nuestra y otros en contra nuestra, por el esfuerzo actual que hagamos, podemos inclinar la balanza hacia el lado que queramos y conquistar así nuestro pasado. Debemos aspirar a cosas algo mayores que las que creemos poder efectuar, y la fuerza kármica adquirida en el pasado vendrá en nuestra ayuda; y aunque fracasemos, el poder que desarrollemos pasa al repositorio de nuestras fuerzas; y así el fracaso de hoy es la victoria de mañana.