C.Jinarajadasa,The Theosophist, jun.1915
A los miembros se los reúne en esta encarnación dentro de la Sociedad Teosófica para trabajar con un propósito común, pero no se encuentran como extraños. Han vivido relacionados por varias vidas, y tienen detrás suyo lazos kármicos, de ambos tipos, agradables y desagradables, producidos en toda clase de relaciones, tales como padres e hijos, maridos y esposas, hermanos y hermanas, amigos, y trabajadores, en emprendimientos comerciales, filantrópicos y ocultos. La cuenta kármica por lo tanto es mixta, y nuestros amigos actuales y compañeros nos deben simpatía, caridad, paciencia y oportunidad, y de igual modo le debemos a ellos lo mismo. Pero nos diferenciamos de la gente común en que nuestros ajustes kármicos recíprocos ocurren mientras estamos ocupados en un trabajo oculto, y en referencia con ese trabajo.
Entonces, cuando venimos como compañeros de trabajo y estamos unidos en un trabajo común, aspectos del karma entre nosotros, como individuos, se reafirman trayendo amistad y colaboración al igual que lucha y oposición. Más aún, si los Señores del Karma necesitan que esos aspectos del karma sean trabajados entre nosotros en esta vida, lo serán, incluso aunque no estemos unidos en un trabajo oculto como ocurre ahora, de algún otro modo como por ejemplo relaciones comerciales, por medio de organizaciones literarias u otras, con las que estemos relacionados, etc. El punto principal para recordar es que donde el ajuste kármico es inevitable, los Señores del Karma sacan a luz el máximo resultado posible en experiencia y capacidad para los individuos afectados; y donde este ajuste se pueda utilizar para entrenar a los recipientes kármicos para una mayor eficiencia en el ocultismo, los Señores naturalmente usan esta oportunidad.
Cuando surge la lucha, existe una realidad que debemos mantener indefectiblemente ante nosotros, y ésta es que los Maestros son completamente conscientes, incluso en el más diminuto detalle, de todo lo que ocurre, y que Ellos están al timón, incluso en asuntos locales, y cuidarán que su voluntad se lleve a cabo. Puede haber una pequeña demora aquí o allí, pero su voluntad es irresistible, y sea lo que sea que Ellos hayan planeado respecto a un país en particular, inevitablemente será hecho. Nosotros, humildes individuos, debemos recordar que por mucho que podamos ayudar para concretar sus planes, no podemos obstruir su realización, aunque pueda haber una pequeña demora debido a nuestra oposición. Y este hecho rige con respecto a quienes se oponen a nosotros; ellos también, por fuertes que sean, no pueden arruinar el trabajo del Maestro, aunque les parezca que lo logran por un tiempo.
Cuando en un país surgen dificultades sobre la mejor manera de hacer el trabajo de los Maestros, los miembros deben ser cuidadosos para ver que sus deudas y créditos kármicos recíprocos no les hagan exagerar la situación, hay ocasiones en que están propensos a pensar que deben “salvar la situación”, y que un principio está en juego, cuando en realidad no es así, sino que es meramente un asunto menor de eficiencia. Pero la dificultad es saber en ese momento que no es un asunto de principio. Es posible obtener este conocimiento necesario en una crisis?
Pienso que es posible, si no olvidamos lo que somos. Primero y principalmente, somos compañeros- servidores de los Maestros, y unidos en nuestro deseo de hacer su trabajo, estamos conectados de modo místico. Nos ayudamos o estorbamos unos a otros de modo profundo por lo que pensamos de los demás; la menor carencia de caridad hacia un compañero de trabajo, o la más débil muestra de hostilidad, reacciona sobre nosotros, y de allí en adelante vemos a través de un medio distorsionado todo lo que el otro hace. Si dejamos que nuestra hostilidad se alimente diariamente con nuestra críticas y desacuerdos, lentamente nos envolvemos en un mâyâ refractante, “todo lo que podemos ver es una varilla torcida en el agua, que es derecha”.
Pero aún somos humanos, y lo que nos agrada y desagrada todavía es parte de nuestro equipo evolutivo; sin embargo debemos purificarnos diariamente del hechizo causado por nuestras imperfecciones, si queremos hacer bien el trabajo del Maestro. Por lo tanto diariamente debemos acercarnos a El con humildad, “con un corazón roto y contrito”, despojado de todas nuestras opiniones, creencias, convicciones y principios, ofreciéndonos, con integridad para que Su trabajo se realice. Ofrezcamos al Maestro en nuestras meditaciones diarias, menos de nosotros mismos y más de nuestras posesiones; permanezcamos más en lo que intentamos hacer en Su nombre, que en lo que intentamos ser, como espejo de su fortaleza, gracia y amor. Hay muchos estudiantes “que se imaginan haber eliminado su interés en el yo, pero que en realidad solamente han extendido los límites de su experiencia y deseo, y transferido su interés a cosas que se relacionan con un tiempo de vida más extenso”. No somos tanto el artista “que trabaja por amor a su trabajo”, por el contrario, somos individuos que estamos demasiado concentrados en nosotros mismos pensando que servimos a los Maestros, y estamos convencidos de que nuestra forma es la correcta porque nuestra aspiración es para nosotros pura. Para liberarnos de todos estos hechizos, debemos entrenarnos a renunciar a nosotros mismos, cuando incluso en pensamiento nos acercamos al Maestro; ante Él debemos ser puros en nuestra desnudez de deseos, deseando nada, esperando nada, ardiendo en un alegre ofrecimiento, feliz como está la flor cuando las nubes se dispersan y brilla el sol, conociendo y regocijándose sólo en esto, porque, “a la luz de su sagrada Presencia, todo deseo perece, excepto el deseo de ser como Él”.
Más aún, debemos recordar que todos somos como una gran familia, y que lo que conduce al crecimiento es más el sentimiento de bienestar general de toda la familia, que el brillo individual de cualquier miembro particular. Por sobre todas las cosas, debemos mantener el sentimiento de vida hogareña -ese sentimiento de estar afectivamente listos para proteger al más débil y para compartir su carga, y que de los miembros de nuestro hogar, recibiremos comprensión y simpatía. No hay sacrificio del yo que no valga el esfuerzo, para retener en nosotros este sentido de hogar, cuando trabajamos para los Maestros; Ellos prefieren que seamos pequeños niños pacientes y cariñosos que hacen un trabajo menos efectivo juntos, y no que seamos unos pocos individuos brillantes forzando una banda negligente para que se realice un trabajo más efectivo. Porque en este último caso, el trabajo realizado puede parecer más eficiente, en ese momento; pero con una visión más amplia se ve que es menos, que un trabajo mediocre hecho por un grupo unido y cariñoso. A un hogar el Maestro llega con felicidad; a un lugar de reyertas, donde lo que se hace puede ser incluso de su interés, Él ni siquiera aparece.
Hay un hecho más que nosotros los trabajadores debemos recordar, y es que cuando nuestro karma nos pone en un lugar en particular, no significa que los Maestros nos quieren en ese lugar siempre. Es muy fácil sentir que somos indispensables, porque somos lo más eficiente que se ha encontrado; pero en este trabajo particular nuestro, los Egos llegan año tras año, y debemos estar listos a pasar el trabajo a otros, a quien el karma les da ese privilegio. Aquí también el sendero de la acción es difícil de hollar, porque ¿podríamos acaso saber quién es nuestro sucesor enviado del cielo a quien complacidamente le pasaremos nuestro trabajo?; sin embargo, mientras carezcamos de la revelación necesaria, debemos hacerlo solos, y no apegarnos a nuestro trabajo como si nadie más pudiera hacerlo tan bien.
Sin embargo, en medio de nuestras rivalidades, no debemos olvidar otra cosa esencial, que es no atribuir motivos. Esta quizás sea la más difícil de todas, cuando nuestros sentimientos están alterados y vehemente desaprobamos las acciones de nuestros oponentes; es como si esa persona fuera una cuestión problemática que está siempre confrontándonos, a menos que expliquemos cuál es su motivo, lo justifiquemos y encontremos una paz auto-suficiente. Es nuestra debilidad innata la que nos hace buscar los motivos en las acciones de otros; todavía no hemos aprendido a pensar sin un adicional de emociones; porque si pudiéramos pensar como debemos hacerlo, es decir, impersonalmente, entonces sabríamos que “la inteligencia es imparcial: ningún hombres es tu enemigo, ningún hombre es tu amigo. Todos son igualmente tus maestros”. Desafortunadamente, en nuestra etapa actual, queremos ser maestros en vez de aprendices: y por ello es nuestra tendencia a encontrar un motivo a fin de comprender la acción del otro. Pero es deber del ocultista considerar a la gente y sus acciones impersonalmente, separando los hechos de los rumores, observando los hechos y sólo los hechos, sin atribuir ningún motivo, sino lo mejor; y si no puede atribuirle un buen motivo, entonces observar la acción al pie de la letra solamente, como algo más en espera de una solución misteriosa. Indudablemente que si literalmente pusiéramos en práctica lo que el Maestro KH ha dicho, “Tu pensamiento sobre otros deben ser verdadero; no debes pensar sobre ellos, lo que no sabes”, las mentes de muchos de nosotros estarían vacías casi todas las horas del día; felizmente sin embargo, para el aspirante, si vacía la mente de este modo, pensamientos dignos lo visitarán cada vez más a menudo. La mayoría de nosotros vemos las profundas realidades de la vida como a través de un vidrio oscurecido, simplemente porque aún no hemos aprendido los rudimentos del verdadero pensar; ningún aspirante en el servicio de los Maestros necesita dudar sobre qué pensar respecto a las necesidades del trabajo, si en el pasado, especialmente respecto a personas, ha pensado solamente lo que sabía de ellos. Es nuestra injusticia respecto a ellos que reacciona en nosotros y nubla nuestra visión en una crisis; eliminemos en nosotros el instinto de atribuir motivos, y encontraremos que nuestra visión se aclara lentamente.
A veces surgen dificultades en los asuntos de una Sección que, no implican comprometer un verdadero principio , por mucho que así parezca a las partes involucradas , sino que meramente karmas individuales se encuentran. En tales casos, francamente, poco importa quién gana, respecto a los resultados generales que se relacionan con el gran trabajo; porque todos los involucrados son devotos del trabajo, y sea quien sea que recibe especiales oportunidades de servicio, debemos confiar que hará lo mejor. Lo importante para el bienestar de la ST no es que un individuo en particular o un grupo gane, sino que en las competencias y riñas de todos los grupos, hayan “participado en el juego”. Hay ciertas reglas de conducta honorable en las competiciones y elecciones, y no debemos infringir ninguna de ellas, ni para “servir a Dios”. Poco importa si perdemos, mientras “hayamos participado en el juego” ; si realmente merecemos el privilegio de ganar, la oportunidad todavía llegará, si trabajamos por ese objetivo después de nuestra derrota. En el mundo externo entonces, podemos organizarnos en grupos y participar en el juego; pero debemos ser lo ideal en nuestros métodos, como si los Maestros estuvieran observando – como Ellos lo hacen – cómo jugamos.
Algunos de nosotros que estamos dedicados al trabajo de los Maestros, tendemos a olvidar que, mucho más importante que el éxito de cualquier parte del trabajo que nos den a hacer, es que mantengamos el sentimiento de amistad hacia aquéllos que son nuestros oponentes, y la disposición de trabajar nuevamente con ellos. Mientras preservemos esta clave fundamental en nuestro trabajo, los Maestros guiarán nuestras acciones hacia el éxito – si el éxito es su necesidad inmediata; si Ellos nos dan la derrota – entonces, que se haga su voluntad. Porque en la actual organización teosófica, estamos ensayando las grandes hazañas del futuro; allí está nuestro verdadero trabajo, y nuestros actuales compañeros no son fines en sí mismos, sino meramente modos de aprender lecciones de cooperación para un servicio futuro. Si por lo tanto ahora debemos estar divididos en este grupo y aquél, debemos cuidar de desempeñar nuestro trabajo grupal, de modo que nuestro sentimiento fundamental de fraternidad no se deteriore. Nuestra actitud debe ser la de los verdaderos deportistas, que tienen menos intenciones de ser ganadores, que de probar la mejor parte del juego. Es costumbre en los partidos de fútbol ingleses entre equipos que representan clubes grandes, que los vencidos den tres gritos al final del juego como elogiando a los vencedores; y los vencedores amablemente dan tres gritos de elogio para los vencidos. Por mucho que durante el juego, el espíritu competitivo estuvo expresado al máximo, los jugadores no olvidan que es un juego entre caballeros y no entre gente grosera; y si el mejor ganó, no hay ofensas personales, sino sólo la determinación a encontrarse otra vez a “participar en el juego”.
De modo que así debe ser en nuestras disputas teosóficas, donde a veces se generan más emociones que razonablemente se esperaría; si perdemos, debemos estar dispuestos, mientras dependa de nuestra habilidad, a cooperar con los ganadores para mantener el trabajo activo, permaneciendo en nuestra determinación de trabajar también por un cambio en la actitud de los ganadores. Nuestro sentimiento de lealtad hacia el trabajo exige que permanezcamos en nuestras convicciones; pero debemos también reconocer que más importante que nuestras convicciones, es ayudar a que los hombres conozcan la Teosofía. Si mientras mantenemos nuestras convicciones, nos negamos a cooperar en el gran trabajo, y por ello sólo un individuo pierde su oportunidad de conocer la Teosofía, evidentemente no hemos participado en el juego, y lo hemos empeorado, por cuyo bien hemos estado peleando. Suficiente tiempo habrá para probar cuáles convicciones son justas, después de dar la luz de la Teosofía a aquéllos en la oscuridad, que buscan alivio y consuelo.
Un trabajador teosófico que comprende estos principios de acción, no necesita pedir guía oculta en referencia a su trabajo por los Maestros. Él sabe cómo Ellos lo harán trabajar, y que para ellos es más importante que su corazón sea “completamente limpio”, que su éxito o su fracaso. Por lo tanto, no le afecta el éxito ni lo deprime el fracaso. Quienes en el pasado hemos tenido dudas respecto a la acción correcta, y no tuvimos guía oculta, pero que hicimos lo mejor con el espíritu del trabajador humilde, pueden testimoniar que cuando pusimos a sus pies nuestro éxito o nuestro fracaso, Ellos sonrieron bendiciéndonos. Porque el éxito o el fracaso en su trabajo depende de nuestra habilidad, de nuestro karma, del juego de fuerzas mayores que afectan a la humanidad; pero el fracaso o el éxito pasado, como solemos juzgarlos, es lo que debemos merecer – que ellos nos saluden, cuando llegamos con nuestro ofrecimiento:
“Bien hecho, buen y fiel sirviente: tú has sido fiel en unas pocas cosas, yo te haré soberano de muchas otras: entra en el regocijo de tu Señor.”